Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Guarrazar

04/01/2023

Creo que todos hemos escuchado, allá por los años del colegio, este nombre. Al llegar al estudio de los visigodos, o en historia del Arte, se nos hablaba de las coronas halladas –de una manera bastante curiosa, aunque los detalles no se especifiquen- en dicho lugar, cerca de Guadamur. El periplo de las mismas daría para una novela. Pero posiblemente lo que no sepa ya tanta gente es que se trata de uno de los yacimientos arqueológicos más extraordinarios de la península Ibérica, deparándonos grandes sorpresas para el conocimiento del final del mundo antiguo y el comienzo de lo que, desde los humanistas italianos del Renacimiento, llamamos Edad Media.
Hace pocos días he podido visitarlo. Y las expectativas que tenía se han visto no sólo cumplidas, sino incluso rebasadas. Es cierto que he tenido dos guías de excepción, Juan Manuel Rojas, el arqueólogo que está llevando adelante la excavación, y Sagrario Gutiérrez, la alcaldesa del pueblo, que, con su entusiasmo, está alentando la recuperación de un yacimiento que en otros lares habría sido ya más valorado. De primera mano he podido ver y entender el significado del 'tesoro' arqueológico que se encierran en aquellas piedras, posiblemente un santuario asociado al manantial que brota abundante, un delubrum junto al que se creó una necrópolis y donde se halló, ya en el siglo XIX, el sepulcro del presbítero Crispín. Para que mis lectores lo entiendan mejor, sería parecido a lo que se puede ver en Lourdes, unas bañeras donde los peregrinos se sumergen buscando la sanación del cuerpo y del alma.
Pero el yacimiento no se limita a esto. Ascendiendo la colina, en cuya cumbre se ha localizado lo que podría ser un palacio o un monasterio de gran tamaño, a mitad de camino se encuentra lo que me ha parecido más espectacular, los restos de una basílica, al lado de la cual se ubica lo que podría ser un hospital de peregrinos. Un templo que, a juzgar por las basas marmóreas de las columnas, debió ser de grandes proporciones, quizá (en arqueología son muy importantes los quizá) la iglesia de Santa María in Sorbaces, y que nos habla del esplendor del reino visigodo de Toledo.
Como 'nada es querido, si no es conocido', les animo a que visiten el yacimiento. Para su comprensión existe un Centro de Interpretación magnífico. Además de contextualizar el lugar, se nos ofrece una visión muy didáctica de lo que fue la Hispania visigoda, su evolución histórica, su arte, su cultura, la importancia de los Concilios toledanos, el refinamiento de su arte. Todo ello, teselas de un mosaico que los actuales descubrimientos en otros lugares, como Los Hitos –en Arisgotas- están recomponiendo.
Espero que cuando conozcan Guarrazar, regresen tan entusiasmados como yo. Seguro que verán con otros ojos esa etapa tan rica, fascinante, maravillosa, para nada oscura –fuera ya mitos falsos sobre los siglos medievales- que fue el Regnum Gothorum.