Esther Durán

Serendipias

Esther Durán


Ella, valiente

24/03/2023

Pongamos que mi protagonista se llama Jimena, que evoca fortaleza y traslada a la Edad Media; anda en la juventud ya madura, con las prioridades bien claras. Ha formado una familia preciosa; a veces cuenta que nunca pensó en ser madre;  yo desde aquí le voy a confesar que no la creo, que quizás cuando una ve el positivo siente los pies en la cabeza, la cabeza en el estómago y el estómago desaparecer, pero el corazón lo tenía claro; yo creo, amiga, que tu corazón siempre lo tuvo claro.
Mi protagonista es una mujer valiente que primero estudió lo que amaba y después estudió más y más para ejercerlo. Recorrió la geografía castellano-manchega hasta encontrar una segunda y definitiva casa; vivió en primera persona los recortes y se quedó sin su pasión y profesión, pero no anduvo con lamentaciones, se reinventó y siguió trabajando porque ella sabe que si quieres algo, hay que luchar por ello. Como no podía ser de otra forma, obtuvo su plaza.
Ella, amante de la literatura y devoradora de novelas, bien sabe que las historias con protagonistas maravillosas tienen sus puntos de inflexión y horribles bofetadas de  realidad. Porque a ella le habría encantado que su padre, del que habla con amor infinito, hubiera conocido a sus dos pequeños. Fue el momento más duro de su vida. Perdió a su primer amor en unos meses, y él se llevó una parte de ella para siempre. Ella que no es muy católica les explica a sus niños que allí arriba está su abuelo, porque claro que está, siempre con ellos.
Estos días, mi amiga andaba con el corazón encogido; le llegó la hora a un asunto pendiente con uno de sus niños; y ella, que siempre ve el lado bueno, que es una valiente de las que crían a sus niños lejos de la familia, sin ayuda, a pelo, nos ha enseñado su lado vulnerable, ese sentido tan maternal que a este mundo le ha permitido continuar por los siglos de los siglos. Y me ha parecido más valiente que antes. Y más grande, aunque por fuera sea tan chiquitita. Yo, que la llamo espartana cuando intercambiamos anécdotas y ella me llamará blanda, fui incapaz de abrazarla por miedo a ofrecer un espectáculo y no poder volver a hablar. Por eso te debo una columna de admiración. Eres una mamá maravillosa; eres un tía grande, amiga.

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