Alejandro Ruiz

EL REPLICANTE

Alejandro Ruiz


Cutty Sark

01/09/2022

El mascarón de proa del Cutty Sark, uno de los barcos más famosos del siglo XIX, representa a la bruja Nannie asida a la cola de la yegua Meg, personaje del poema 'Tam O' Shanter', de Robert Burns. Nannie bailaba vestida con una especie de enaguas cortas, 'cutty sark' en dialecto escocés, y de ahí el nombre del barco: «En un salto se le cayó su dueño, dejando atrás su propia cola gris: la bruja se aferró a ella por la grupa, la pobre Meg quedó como un tocón».
Este veloz clíper, de sesenta y cinco metros de eslora y once de manga, se encuentra hoy anclado como buque museo en un dique seco de Greenwich, Londres, para deleite de los turistas. Y también para el mío propio, pues tengo que contar que, hallándome de visita en el barco, y habiéndome adentrado en un pequeño cuarto de tripulantes, sin cámaras ni vigilancia, se me ocurrió meterme en una de sus literas, una especie de cajón de madera duro, estrecho y corto, que me obligaba a doblar las rodillas y me confirmaba que aquellos rudos hombres del XIX debían de andar algo cortos de altura. Lo de tumbarme en la litera del camarote de tripulantes fue mi aportación personal para convertir el Cutty Sark en un museo interactivo. Ahora estoy pensando en poder echarme una siesta algún día en la cámara real de Luis XIV del palacio de Versalles.
El caso es que hoy, en este incierto primero de septiembre, con un vaso en la mano de un espléndido y sabroso whisky de malta Cutty Sark, envejecido durante 18 años en barricas de roble de Jerez, intentando asumir y afrontar la realidad, que se presenta con perspectivas inminentes de desasosiego agorero en todos los órdenes, de nuevo me veo tumbado en la litera del Cutty Sark y, por unos instantes, vuelvo a compartir el espacio, el cansancio, el miedo y los sueños de los marineros que ocuparon ese lugar. Ya estamos saliendo del puerto de Shanghái con las bodegas repletas de té, reventados después de una dura jornada. Desde la litera escucho los gritos del capitán Richard Woodget ordenando izar velas para alcanzar al maravilloso clíper Thermopylae, en la carrera anual por llegar los primeros a Inglaterra cargados de té chino o de lana australiana. Y ya escucho el estruendo de las olas golpeando contra el casco, los latigazos de las velas y el silbido de los cabos obligados por el viento.
Vuelvo a llenar mi vaso y veo al Cutty Sark elegante, altivo y hermoso. Como en el poema épico de Hart Crane, 'The Bridge: Cutty Sark', estoy ahora en un bar de South Street, Nueva York, soñando con clíperes fantasmas de un glorioso pasado que no tiene pinta de regresar.