Una mirada angustiada hacia Afganistán

M.G
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Wayihah Mashall, una mujer afgana refugiada en Toledo, relata el sufrimiento de la población en su país, las restricciones de derechos a las mujeres y el fracaso de la política estadounidense

Una mirada angustiada hacia Afganistán - Foto: Yolanda Lancha

«Crecí en una familia muy abierta, fui a la escuela y estudié Derecho en una universidad privada». Quizá esta frase pueda pasar desapercibida en Europa, pero cobra una importancia vital si la pronuncia una mujer afgana refugiada desde hace tiempo en Toledo. Wayihah Mashall se sentó esta mañana junto a una intérprete para contar su experiencia a los alumnos de la Universidad de Castilla-La Mancha, en un Aula Magna abarrotada y expectante cada vez que ella relataba algo a pesar de que lo hacía en voz baja.

«Con la llegada de las tropas estadounidenses la situación en Afganistán tuvo un cambio drástico. Antes la mujer no tenía derecho a trabajar, a salir sola de casa o a estudiar en la Universidad». Mashall  se refirió a la Operación Libertad Duradera, aunque no la llamó así, a ese 7 de octubre de 2001, fecha en la que comenzó la incursión de tropas estadounidenses para frenar a grupos terroristas.

Ella no entra demasiado en las cuestiones políticas y los numerosos enfrentamientos por el poder de unos grupos y otros en Afganistán. Pero sí opina que mientras Estados Unidos mantuvo su presencia en Afganistán, el país vivió «una buena democracia», pero lamenta que al final «no saliera bien» porque tanto ella, como su marido, como el resto de sus familiares sufrieron «muchos problemas al haber trabajado y colaborado con los extranjeros».

Sobre el conflicto ahondó el antropólogo y coordinador de 'Descifrando la guerra', Alejandro Pérez, que se remontó a los años 90, a la debilidad de la República Socialista de Afganistán, el interés internacional por el país, la intervención de la URSS, el ascenso de los grupos islamistas, las continuas facciones, la escalada de los talibanes,  la presión internacional y la intervención estadounidense tras los atentados del 11-S, la vuelta a la República de Afganistán, los intentos fallidos de Estados Unidos y la OTAN, el acuerdo americano con los talibanes, la salida de las tropas, la compleja situación que sigue sufriendo un país, las dificultades y la falta de derechos de la ciudadanía.

Un grupo de alumnos de la Facultad de Estudios Internacionales de la Universidad de Castilla-La Mancha, que tienen como reto la creación del primer Grupo Universitario de Amnistía Internacional, organizaron la mesa redonda que se celebró ayer para visibilizar el conflicto y denunciar la preocupante situación que padecen las niñas y mujeres afganas actualmente con la restricción de sus derechos y la prohibición de formarse académicamente y de trabajar.

Mashall repitió a lo largo de su testimonio que las mujeres antes podían trabajar en su país. Y en su familia todos sus hermanos, 2 varones y 4 mujeres, lo hacían «fuera de casa». Esa vida cambió y en su caso tuvo que abandonar su estudios en su cuarto años de Derecho en la Universidad. «Y mis hermanas también tuvieron que abandonar su trabajo».

Las preguntas de Miguel y Elena, los dos alumnos de la Facultad de Estudios Internacionales que moderaron el encuentro, continuaron indagando sobre el conflicto político y territorial en Afganistán y la defensa o debilidad del gobierno «ante la ofensiva de los talibanes». Mashall lo tiene claro a pesar de que la prensa internacional haya dado a entender que  el apoyo al ejército afgano ha sido descafeinado. «Las fuerzas de seguridad del país se defendieron, y en mi provincia sí se luchó contra los talibanes, por ejemplo, pero llegó un momento que el apoyo del gobierno al ejército flojeó y no se pudo seguir con la guerra».

Mashall tiene dos miradas, la que ve cada día como refugiada y la que dejó en Afganistán, mucho  más angustiada.