Curanderismo y hechicería en la provincia de Toledo (IX)

José García Cano
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La propia Escuela de Traductores de Toledo sí que sirvió de enlace para traer a nuestra territorio, multitud de escritos y documentos entre los que se encontraban estudios cabalísticos, manuscritos sobre multitud de mancias o alquimias

Curanderismo y hechicería en la provincia de Toledo (IX)

A la hora de realizar este breve repaso provincial por algunos de los centenares de casos y expedientes sobre curanderismo, hechicería y prácticas mágicas, no podíamos dejar de lado a la capital toledana, cuna también de hechiceras, ensalmadoras, embaucadoras y un sinfín más de personas que se dedicaban a las prácticas mágicas desde hace siglos. No en vano los cronistas nos hablan de la posible existencia en Toledo de una escuela de magia o nigromancia donde este tipo de prácticas se difundían y extendían a todas aquellas personas interesadas en dominarlas, aunque es cierto que aún no hemos encontrado una prueba fiable de su existencia. La propia Escuela de Traductores de Toledo sí que sirvió de enlace para traer a nuestra territorio, multitud de escritos y documentos entre los que se encontraban estudios cabalísticos, manuscritos sobre multitud de  mancias, o trabajos sobre la fascinación o la alquimia, además de las consabidas artes liberales agrupadas en el trivium y el quadrivium, que también se estudiaron entre los muros de esta toledana escuela. A ello se sumaba la tradición cultural, mágica, legendaria y mitológica que atesoraba Toledo desde hacía siglos. Buceando por las historias de las personas que conocían esa magia y esa tradición, que son las verdaderas protagonistas de aquella realidad, nos topamos con algunos casos muy interesantes, como el abierto por la inquisición a la toledana Leonor Barzana, un caso fechado (1530-1537) muy tardíamente con respecto a la llegada de la inquisición a Toledo (1485) lo que demuestra que el primer objetivo del Santo Oficio no fueron las brujas o las hechiceras, sino la población judía asentada en la ciudad imperial. Se acusó a Leonor por defensora de herejes y hechicera, si bien su único delito fue el de ligar o amarrar a los varones toledanos. 

De los primeros casos -documentados- sobre hechicería localizados en Toledo capital encontramos el de Catalina de Tapia, acusada de hechicera en 1532 y el de Catalina Gómez, esposa de Juan García, también en el mismo año. En 1538 aparece otra Catalina, esta vez Rodríguez, acusada por el mismo motivo y el mismo año a una tal Juana Hernández, de oficio costurera. En el auto de fe celebrado a finales del siglo XVI (concretamente el 9 de junio de 1591), al que asistió el mismísimo Felipe II, encontramos a tres mujeres acusadas de brujería: Catalina Mateo, Juana la Izquierda y Olalla Sobrino, las cuales parece ser que estuvieron implicadas en un cruel infanticidio y sobre las cuales se decía que habían invocado al diablo. En ese mismo auto de fe también se condenó por ilusa y supersticiosa a María de Morales. Es justo señalar que la mayor parte de acusados en aquel auto fueron judaizantes, demostrando que la inquisición aún a finales de aquel siglo se preocupaba más por los casos de falsos conversos que por las historias de hechiceras y curanderas toledanas. 

Con todo ello, hubo varios puntos hechiceriles en Toledo, como es el caso del barrio del Pozo Amargo, donde vivió María Pérez, en cuyo domicilio se reunían las Chaves (madre e hija) dos mujeres dedicadas a la hechicería amorosa y una tal Ana de la Cruz, otra famosa hechicera toledana de aquella época (1635); Ana estaba especializada en lo que se conocía como «suerte de las habas» ya que utilizaba esta legumbre para adivinar y finalmente la inquisición la desterraría durante tres años, aunque volvería a esta ciudad, apareciendo de nuevo en otro proceso (1645) en el que se la involucró en la muerte del doctor don Andrés Fernández, vicario que fue del arzobispo de Toledo, y con el que había tenido una hija tiempo atrás. Se la acusó de su muerte por haberse alegrado públicamente de su enfermedad y por ello fue denunciada a la inquisición toledana. Su marido la abandonó y finalmente cuando se demostró que el doctor había muerto por unas tercianas, fue liberada de las cárceles secretas. Hay más ejemplos de expertas hechiceras en Toledo como las Eufrasias o Juana Carrera, que residía en la calle del Potro. Una portera del convento de San Pablo llamada María de Quevedo se especializó en realizar conjuros para atraer a los hombres, que consistían en rellenar nueces con sal y seda y las arrojaba al fuego, recitando lo siguiente: «Ni eres nuez ni eres sal, ni eres seda, sino fulano que a verme venga» tras lo cual se asomaba inmediatamente a la calle a ver si pasaba algún vecino por allí, y si lo hacía, era señal de buen augurio de que su hechizo iba a funcionar. 

Curanderismo y hechicería en la provincia de Toledo (IX)
Curanderismo y hechicería en la provincia de Toledo (IX)
A veces los archivos nos aportan multitud de curiosidades y documentos que confirman ese pasado mágico que nuestra capital posee y que demuestran lo arraigado de las curaciones y los sortilegios. En este caso recuperamos un pequeño libro manuscrito de noventa páginas, repleto de tratados mágicos y remedios a base de hierbas y objetos inverosímiles, los cuales servían para curar todo tipo de males. El libro está además ilustrado con dibujos, signos, números y símbolos mágicos; se escribió tanto en latín como en castellano y es importante señalar como hay continuas referencias cristianas, a la Virgen y al mismo Jesucristo, confirmando que en muchas fórmulas y ensalmos curativos se recurría a la ayuda de santas y de santos para hacer más efectivas esas oraciones. Este pequeño -e interesantísimo- manual mágico está datado en 1590 y en el podemos encontrar conjuros y hechizos de lo más variopinto, como por ejemplo para curar el dolor de cabeza, para controlar las almorranas, para caminar sin cansarse, para que una mujer aborrezca a un hombre, para que los perros no ladren, para el dolor de muelas, para hacer que aparezca un caballo ensillado en tu puerta, para hacer fuego con una piedra y saliva o para conciliar el sueño si se tenían calenturas. Una prueba más sin duda, de que la fama mágica y hechiceril de Toledo está ampliamente demostrada y justificada, pues era algo de lo más habitual y extendido, el recurrir a aquellas curanderas de antaño para solucionar nuestros males, problemas y pesares diversos.