Cuando nadie mira arriba

Ramiro González
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Un devastador meteorito que está a punto de alcanzar la Tierra supone el punto de partida de un filme original e inquietante

Adam McKay, director de La gran estafa y El vicio del poder, regresa con una nueva película cargada de sarcasmo, humor negro, y mucha crítica social. Parece que ya es la segunda cinta más vista de Netflix en lo que llevamos de año, cosa que no es de extrañar. Y es que es una de esas películas que levanta odios y pasiones a partes iguales. Desde el punto de vista de este humilde juntaletras, los odios son mayoritarios, debido precisamente a la total incomprensión sobre la cinta. Porque se han dicho muchas cosas de ella, la mayor parte, centradas en que es una alegoría del cambio climático. Pues aquí la cuestión del clima tiene bastante poco, por no decir nada que ver con la cinta.

Primero el argumento: Dos astrofísicos, el doctor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio) y la doctora Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) descubren que un asteroide gigantesco se acerca a la Tierra. La piedra en cuestión mide cinco kilómetros de largo, con lo cual, se trata de un evento ligado a la extinción de la raza humana. 

Acuden a la Casa Blanca con pruebas de sobra, incluso a los medios de comunicación. Pero los políticos por un lado no quieren saber nada del tema porque, próximamente, hay elecciones; y los periodistas se lo toman todo a cachondeo y están más pendientes de los amoríos de dos cantantes horteras. Así, los dos protagonistas se encuentran solos, mirando hacia arriba, contemplando el desastre inevitable que se abalanza sobre ellos.

Una vez establecida la idea básica del filme, toca entrar en la cuestión de fondo. El meteorito no es más que una metáfora de algo que entendemos perfectamente que será muy duro para algunos admitir. La piedra gigantesca simboliza la Verdad; como concepto si quieren filosófico o metafísico. Esa Verdad en la que la civilización ha creído durante casi toda su historia, pues en la búsqueda de la misma se funda el humanismo cristiano, base de nuestra sociedad occidental. El director de la película, que es además el escritor del guion además de productor, nos está lanzando un meteorito enorme con su dispositivo fílmico: que empecemos a ver la realidad, la evidencia cuando la tengamos delante y dejemos de ser un rebaño de ovejas obedientes y sumisas.

El reparto del largometraje se completa con grandes estrellas como Meryl Streep haciendo de presidenta de Estados Unidos (un trasunto de Hilary Clinton mezclada con lo peorcito del partido republicano), una estupenda Cate Blanchett, que realiza una gran interpretación de una periodista cutre del sensacionalismo barato, y un gran Mark Rylance que interpreta a un genio de Silicon Valley que recuerda mayoritariamente a Elon Musk, reflejándolo como un avaricioso sin escrúpulos. 

Todos ellos reflejan de forma genial, plagada de ironía, la cruda realidad en la que nos están condenando a vivir una serie de clases dominantes que utilizan a los politiquillos como sus marionetas para establecer sus propios intereses. 

Malas críticas

Hay numerosos periodistas y creadores de opinión que han calificado este filme como de lo peor del año, basándose en argumentos bastante flojos como su excesiva duración o incluso copiándose unos a otros con la alegoría climática. Pocos están viendo realmente esta película. Invitamos a todos los lectores a que se dejen llevar por esta original propuesta y que luego debatan tranquilamente y saquen sus propias conclusiones al margen de habladurías, porque No mires arriba es una cinta que no deja absolutamente a nadie indiferente.