Cuando hablar salva vidas

Agencias
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Dar visibilidad al malestar emocional y prestar atención a los menores ante algún problema mental resulta clave para prevenir conductas cada vez más alarmantes entre los jóvenes

Homenaje a la menor que se suicidó esta semana al tirarse del balcón de su casa en Sallent junto a su hermana. - Foto: Siu Wu (EFE)

El estigma de la salud mental, especialmente entre los menores, y la necesidad urgente de actuar en el momento para evitar posibles tragedias ha vuelto al primer plano tras el caso de las dos gemelas de Sallent (Barcelona) que se precipitaron esta semana desde un tercer piso, falleciendo una de ellas y quedando la otra en estado grave.

Una mayor visibilización de los problemas psicológicos en niños y adolescentes y el impacto emocional causado por la pandemia en la sociedad están llevando a un incremento de casos detectados, sobre todo de conductas autolesivas, que deben abordarse como una petición de ayuda por parte del afectado.

No hay un único factor determinante, sino un cúmulo de circunstancias que hay que analizar para poder poner cifras a este aumento, pero es cierto que la crisis de 2020 ha ocasionado más casos, según asegura la psicóloga clínica de la Unidad de Salud Mental Infantil y del Adolescente del departamento de salud Clínico-Malvarrosa de Valencia, Nieves Hermosín.

Aunque se desconoce qué parte ha surgido tras la pandemia y cuál existía ya antes, la mayor visibilidad que se da hoy en día a la salud mental lleva a la detección de este preocupante alza, en el que ha influido «mucho como sociedad» la vivencia de un período de confinamiento, de aislamiento, que en los jóvenes ha supuesto «dos años muy convulsos a nivel emocional de los que hay que recomponerse». «No basta un único factor para que aparezca un sufrimiento sino que hay muchos factores que en un momento dado confluyen para que pueda aparecer» y la crisis sanitaria ha sido uno de los principales detonantes.

En los centros educativos existe un protocolo específico de activación a partir de alertas y se tiene más concienciación al respecto, señala la experta, que sitúa la adolescencia como la etapa más crítica, cuando es más generalizada la necesidad de interacción.

Hermosín afirma que actualmente «se habla más» de la salud mental y en los últimos dos años los datos presentan una tendencia al alza con una alta variabilidad de manifestaciones sintomáticas. Las unidades correspondientes están recibiendo más peticiones de ayuda, y han aumentado los ingresos hospitalarios por estos problemas. Por eso, la psicóloga clínica resalta la importancia de dar visibilidad a las cuestiones psicológicas, dado que hablar de ello genera una mayor movilización y notificación de casos, y descarta que necesariamente tenga un efecto de imitación: «Alguien que no se quiere suicidar, no se suicida por que se hable de suicidios. Lo que sí ocurre es que se puede compartir el malestar y, en ocasiones, el grupo actúa como catalizador emocional». En su opinión, es necesario hablar de las emociones y pedir ayuda cuando se necesite, aunque recalca: «Hablar de suicidio, sí, pero siendo sensibles a las necesidades».

Lo ideal sería que las familias tuvieran formación para saber cómo actuar. Aconseja escuchar al adolescente, «validar la emoción» y no quitarle importancia, ya que son quienes mejor le conocen. Y si se sienten perdidos, deben pedir ayuda a una unidad de salud mental o a un profesor, que puede aportar datos sobre su situación en el centro.

Situación límite

Todo ello con el objetivo de prevenir una epidemia silenciosa que, en los casos más graves, puede llevar a los adolescentes a intentar suicidarse, como ocurrió con las gemelas de 12 años.

Los investigadores creen que podría haber un cúmulo de circunstancias que las empujaron a esta situación límite, como que sufrieran acoso escolar o los problemas de identidad de género de la fallecida, cuyo entierro tendrá lugar hoy. Según fuentes cercanas a la familia, el velatorio de la menor tuvo lugar ayer en el tanatorio de Sallent.