Detalles musicales V: 'El tambor del Bruch'

Roberto Sánchez Pérez
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El Tambor o Tamborilero del Bruch es el nombre de una leyenda que surge tras los hechos ocurridos en 1808 durante la Guerra de la Independencia. «Pocas veces una pieza tan pequeña puede resumir una leyenda tan grande», aseguran desde el Museo

El tambor del Bruch. - Foto: Josefina García Garcia

El Tambor o Tamborilero del Bruch es el nombre de una leyenda que surge tras los hechos ocurridos en 1808 durante la Guerra de la Independencia. Nuestro protagonista es Isidro Llusá y Casanovas, nacido en la localidad barcelonesa de Sampedor el 15 de marzo de 1791. El 9 de febrero de 1808,  el rey Carlos IV autorizó al ejército francés a cruzar España,  lo que provocaría la invasión Napoleónica. El derrocamiento del monarca español provocó revueltas contra el nuevo poder francés, como la de Madrid del 2 de mayo o la del pueblo catalán del 6 de Junio, en las abruptas gargantas del Bruch. Fue la primera victoria que el pueblo español obtuvo sobre las armas de Napoleón y se cuenta que los verdaderos vencedores fueron los paisanos de la comarca, «sin otra pericia que lo indómito de su valor y lo certero de su puntería, ni otra táctica que el instinto guerrillero de los montañeses españoles». No hubo jefe que mandara el conjunto de las fuerzas de los pueblos de la comarca, iniciada por el somatén del pueblo de Sampedor y ayudado por el tamborcillo que con él iba. El somatén es el Cuerpo de gente armada que no pertenece al ejército y que a toque de campana se reúne en un momento dado para defenderse de posibles enemigos.

El plan trazado por Napoleón era ocupar Zaragoza y Valencia, y para ello puso al mando  del coronel Schwartz, una brigada destinada a caer sobre Manresa. Schwartz cumplió las órdenes y se puso en marcha, viéndose obligado a detenerse un día en Martorell a consecuencia de unas intensas lluvias. Este parón dio tiempo al alcalde de Esparraguera para hacer circular por los pueblos vecinos la noticia de que venían los franceses. Y sonaron las campanas, y se armaron los paisanos, preparándose para salir al paso a las tropas francesas. La arremetida fue tan ruda e inesperada que la columna vaciló, «(…) y viéndose acometida tan fieramente, pensaron que tanta valentía era originada por el apoyo de fuerzas regulares, según la pregonaban los redobles del tambor, cuyos ecos repercutían las peñas». Cuenta la leyenda, que la reverberación del sonido del tambor al chocar con las paredes de Montserrat hizo creer que el número de soldados españoles era muy superior al que realmente había.

Sobre la figura del tambor se llegó a decir que el somatén de Sampedor «tenía una caja de guerra que un muchacho tocaba con bastante regularidad que sería de algún tambor escapado de Barcelona». Otras fuentes argumentan que: «Este tambor fue el general en jefe que les indicó los puntos de ataque, los movimientos de avanzar, y él con su caja, ejecutaba los diferentes toques de ordenanza». Ni una cosa ni la otra, lo que sí se sabe es que la caja de nuestro héroe era propiedad de la Congregación de los Dolores de la villa de Sampedor, que utilizaba que marcharan las comparsas en las procesiones de Semana Santa. Pero lo que dio veracidad a la autoría de nuestro heroico tambor, fue al mencionarlo en escritos publicados sobre las fiestas que tuvieron lugar en Sampedor por aquella época: «(…) alternaban con los músicos los dos famosos tambores; el uno de la Congregación de la Virgen de los Dolores, que los somatenes de esta villa llevaran el 6 de Junio cuando atacaron a los franceses, en la famosa batalla del Bruch, el que les causó tal temor, que apenas lo oyeron se entregaron a la fuga, y el otro que, en la misma batalla, cogieron estos naturales a los franceses, pieza verdaderamente apreciable, por ser el primer trofeo militar que en España han abandonado las águilas imperiales de Napoleón en la presente guerra.(…)».

El Tamborilero tiene varios monumentos en el Bruch y en Sampedor y tanto en ellos como en el boceto que se encuentra en el Museo del Ejército, reza en sus pies la siguiente inscripción: 'Viajero, para aquí, que el francés también paró, el que por todo pasó no pudo pasar de aquí'.