Mariano Benlliure. El gesto, la plasticidad y el contexto

María López Pérez
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En la madrileña Plaza del Rey se conserva un monumento dedicado al teniente Ruiz, héroe de la guerra de la Independencia. El Museo del Ejército conserva en su colección un vaciado del boceto de este conjunto monumental

Mariano Benlliure. El gesto, la plasticidad y el contexto

El 5 de mayo de 1891, el Heraldo de Madrid anunció que «la hermosa estatua del teniente Ruiz» fue  descubierta a las once y media de la mañana. Meses antes, el 'Diario Oficial de avisos de Madrid' [6/3/1891], publicaba que en pocos días llegaría desde Roma «un vagón con todo el monumento del teniente Ruiz». El 25 de marzo, el mismo diario informaba de que en el centro de la Plaza del Rey se habían reunido una serie de cajas que contenían «la estatua, bajo relieves, coronas, escudos, trofeos e inscripciones» del  monumento dedicado a Ruiz, mencionado como «héroe de la independencia». Hoy, el citado monumento puede recorrerse en la madrileña plaza del Rey, sobre un cuidado pedestal y accesible a cualquier viandante. Nos detendremos en la figura-retrato de este conjunto monumental, especialmente en tres detalles: el gesto, la plasticidad y el contexto para el que fue pensada. 

En 1881 Mariano Benlliure [Valencia 1862-Madrid, 1947] viajó a Roma para completar su formación. Desde allí envió a España algunas de sus obras para participar en la Exposiciones Nacionales de Bellas Artes. La figura que hoy nos ocupa es un ejemplo de ello, enviada a la Exposición de 1890 y modelo del citado Monumento. Es por tanto un proyecto inicial, un boceto previo al traspaso al material definitivo. Desconocemos donde se encuentra el yeso original, pero conservamos esta figura que se fundió en Trubia en 1947 de acuerdo a ese modelo. Los  bocetos de los conjuntos monumentales cuentan con un interés añadido, ya que suelen plasmar la idea esencial del artista y le permiten un mayor dinamismo y soltura en su definición. Gesto, plasticidad y contexto son las palabras que encabezan nuestra reflexión. Todas encajan en la concepción performativa de esta figura, una de tantas lecturas posibles de la obra en tres dimensiones. Es en esta lectura donde nos gustaría poner el acento.

Jacinto Ruíz es retratado en movimiento, en su figura se encierran pasado, presente y futuro, tres tiempos en una misma acción. Aquí reside el valor performativo de la escena, en lo que pasó, pasa y pasará. El joven teniente demuestra con su gesto el carácter del héroe que avanza y arrastra al pueblo hacia la libertad. El cuerpo se trata con marcada plasticidad, avanza teatralmente con pose decidida, marcando su presencia en el espacio. Esta presencialidad lo aproxima al entorno en que se ubica, ocupando y participando en su contexto. El lenguaje naturalista de Benlliure acentúa la corporalidad de la figura, estableciendo un diálogo con el espacio urbano y con el viandante, que es también el espectador. El vaciado que conserva el Museo del Ejército es capaz de transmitir sensaciones muy cercanas a las del  acabado monumental, gracias a la impecable técnica del valenciano, especialmente su expresivo modelado que sumado a las tres dimensiones de la figura, consigue un resultado de enorme dinamismo. Respecto al retrato, esencial en toda la obra del valenciano, mantiene protagonismo, tanto en su desarrollo como resultado final. Al respecto, conservamos una litografía del joven teniente Ruiz, grabada por Bartolomé Maura a partir de un dibujo del propio Benlliure. Este detalle confirma la dedicación y respeto del escultor hacia la expresión natural de sus modelos, incluso cuando, como en este caso, encierran una fuerte carga simbólica que los sitúa por encima de la imagen individual. 

La obra escultórica debe ser contemplada en todas sus dimensiones. Debe ser recorrida, rodeada. Benlliure concibió este retrato de Jacinto Ruíz eligiendo un instante para relatar un suceso. Contextualizó su carácter simbólico a través del gesto de avance, de determinación e idealismo. El teniente pisa en su camino una  granada de cañón que aún no ha explotado y que al explotar, acabará con su vida. Esta sensación se acentúa al pasar el boceto a su dimensión monumental, pero ya se evidencia en el modelo original, gracias a la acción que envuelve a la figura y al contexto que crea a su alrededor. El espectador es capaz de imaginar ese contexto gracias a la maestría del artista en la definición individual del retratado, en el gesto y la plasticidad. Arte en movimiento y movimiento contenido, quizás en esa incertidumbre podamos resumir la lectura estética de esta figura que avanza sin avanzar y transmite, al tiempo, todo un relato de sucesos de marcado carácter simbólico. Nada más y nada menos que la libertad del pueblo, la lucha por su independencia y el papel decisivo de la solidaridad para lograr esa libertad.