El tiempo recobrado

Sergio Núñez Vadillo*
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El 2 de octubre de 1833 se produce en Talavera la sublevación carlista

La placa que recuerda el primer pronunciamiento carlista en Talavera.

Cuando ella llegó, el reloj de la torre marcaba las ocho en punto. Carlos se encontraba sentado en un banco ubicado en frente de los buzones de correos que, desde tiempo remoto, reciben las misivas de los talaveranos. Observaba con detalle la placa que a escasos metros conmemora la sublevación de un cartero local hace dos siglos. Habían quedado como otros sábados en la plaza del reloj justo al caer el sol.

–Hola Carlos, como ves soy puntual. 

Carlos se incorporó del banco de madera para ofrecerla un suave beso en los labios. Ella palideció. Llevaban varias semanas quedando los sábados a la misma hora, pero nunca se habían saludado así. La tarde en Talavera era tibia, preconizaba la llegada del otoño.

–Hola Isabel, llevo apenas un par de minutos sentado –dijo sin quitar la mirada de sus ojos tártaros.   

La luz, ya en fase crepuscular, comenzaba a disiparse entre los edificios del casco viejo de Talavera de la Reina, como preludio del cambio estacional. A esa hora las calles empezaban a llenarse de gente: compradores apresurados, adolescentes con móviles en las manos, patinadores insolentes, algún turista despistado mapa en mano, jóvenes y no tan jóvenes haciendo el 'tardeo', ancianos en lenta recogida, paseadores de perros... La temperatura no era del todo gélida, pero invitada a envolverse en prendas otoñales. 

–¿Qué estabas mirando? –Masculló ella mientras le contemplaba de manera profunda–, sé que eres un gran observador, seguro que algo interesante descifrabas. –Carlos señaló con el dedo indice derecho una placa de cerámica ubicada en el edificio de su espalda–. Isabel se giró haciendo alborotar su melena de aspecto ceniciento. 

Los dos contemplaron los azulejos unos segundos, lo suficiente para que Isabel leyera el texto. 

–Pues nunca me había fijado en esa placa. Esta calle es conocida por el Cristo de los mercaderes, las pinturas barrocas, la tienda de esparto y el reloj de la plaza, pero nunca me había percatado de esta inscripción. –Carlos la miró con algo de incredulidad. 

–Ya, es que mucha gente de Talavera no sabe que en nuestra ciudad aconteció el 2 de octubre de 1833 el primer pronunciamiento Carlista de manos del administrador de Correos, Manuel María González, de ahí esta placa. –Ella le miraba con asombro, sus ojos mostraban complicidad, propia de alguien que siente algo más que una simple amistad. 

Al terminar la explicación, ambos comenzaron a caminar por la corredera del Cristo sin destino aparente. Las calles ya estaban en penumbra, una luz de otoño como de último aviso propinaba el caminar lento, propicio para que Carlos siguiera explayándose con la narración histórica. Se notaba que dominaba la materia y deseaba impresionar a Isabel, que no paraba de mirarle como si llevara a su regazo un guía turístico o profesor universitario. En la esquina de las murallas árabes con las torres albarranas cogieron dirección calle Palenque. Las terrazas de esa zona eran un hervidero. El edificio del antiguo "Mercado de abastos" brillaba con unas luces que, a modo de faro, parecían indicar el paso del tiempo. El paseo se convirtió en una vuelta al pasado, como si estuvieran rescatando pasajes de la memoria o recobrando la historia de la ciudad. Al llegar a la cartelera del teatro Palenque, Carlos no se detuvo a inspeccionar la programación como en otras ocasiones. El cielo talaverano estaba totalmente claro. 

–Como te decía Isabel, Talavera fue escenario del levantamiento de la I guerra Carlista. El dos de octubre de 1833 se produjo en Talavera el primer alzamiento armado de los carlistas, iniciándose una serie de guerras que azotaron todo el país. La sublevación comenzó hacia las ocho de la tarde, –ambos se miraron–, en la Plaza del Comercio, hoy del Reloj, dirigiéndose los rebeldes al Ayuntamiento donde depusieron al personal. El líder carlista, Manuel María González, que era administrador de correos, al comprobar que los vecinos no se unieron al levantamiento hizo otra proclama y después se dirigió con los suyos hasta el pueblo de Calera para proseguir con el alzamiento. De allí marcharon a Puente del Arzobispo donde encontraron dura oposición, siendo apresados y llevados a Talavera, fusilados y enterrados en el cementerio de Santa Leocadia. Empezaba así otra guerra civil entre españoles. –Cada palabra destilaba pasión por el relato y, a decir verdad, por ella. 

–Que interesante todo lo que cuentas Carlos. Me encanta tu tono de voz cuando relatas estas historias, pero por favor sigue. –Carlos se estremeció al notar tan sincera complicidad. Su tono era evocador, como si deseara pertenecer a ese tiempo concreto. 

Desde la plaza del Pan se intuía al fondo el puente de Hierro y el Tajo que, parsimonioso, parecía que se hubiera detenido para contemplarles. Una nube les sorprendió descansando sobre la Colegiata Santa María 'La Mayor' y San Prudencio. Al doblar la esquina del portón renacentista del antiguo Ayuntamiento les envolvió un olor a 'petricor', aroma a piedra mojada. Aunque las calles y edificios modifiquen su fisonomía, los comercios tradicionales desaparezcan, el entorno cambie, los olores de siempre permanecen eternos e inmutables. El aire cambió de sentido, propinando un rumor que serpenteaba por encima de los tejados. Los últimos rayos de sol desvaneciéndose tomaban matices celestiales sobre el rosetón colegial. La vida se convertía en bella. 

Enfilaron la calle Gabriel Alonso Herrera en armonía con el momento que estaban viviendo, con el trasfondo histórico y la fugacidad del tiempo como guías, pero que de una manera indisoluble reflejaba los lazos eternos entre el presente actual, sus vidas y el pasado. Carlos cambió el tono de voz hacía un aura más literario, pero también más sincero.

–¿Y sabes lo más importante de esta historia querida mía? –Ella se detuvo–. Le miró con ojos pendencieros. –¡Venga sorpréndeme!–. Carlos titubeo antes de hablar. 

–Pues que los protagonistas principales de estas guerras carlistas no solo fueron dos formas de gobernar la nación, liberales contra tradicionalistas, sino el enfrentamiento entre los partidarios del infante Carlos María Isidro y la reina Isabel II. Se llamaban como nosotros. ¿qué te parece esta causalidad?

Isabel sonrió. Sus ojos radiaban felicidad y entrega. 

–La muerte del Rey Fernando VII sin hijos varones, trajo problemas sucesorios. La existencia de una única hija, Isabel, impulsó al rey a derogar la Ley Sálica, que impedía a las mujeres el acceso al trono. Su hermano Carlos María Isidro hasta entonces su heredero, se refugió en Portugal y se negó a reconocer a su sobrina como heredera. A la muerte del rey en 1833, se proclamó reina a Isabel II, que era menor de edad, bajo la regencia de su madre. El resto ya lo sabes –dijo, mirándola con ojos embelesados.  

Se encontraban a la altura del callejón del teatro. De la terraza del Casino salían personas con apariencia de venir de una boda. Al fondo, en la plaza de Villatoya, se ubican los locales de moda en la ciudad. El público se arremolinaba en los umbrales. Carlos e Isabel callaron por un instante. El ruido de la calle les absorbió por completo de su viaje histórico, o mejor dicho, paseo romántico. 

Isabel se acerco a su oido antes de llegar al arco de San Pedro. –Me ha encantado la historia Carlos–. Este se ruborizo. Acto seguido, mientras una nube de gente les envolvía, ella, delicadamente cogió con ternura su mano izquierda. Él, sintió agitar su corazón. Luego se perdieron entre la gente como si ya hubieran recobrado el tiempo perdido, deseando disfrutar de su romance esa tibia noche de otoño. 

*Novelista y Profesor de la Universidad de Valladolid