Los mercados cerealistas siguen agitados buscando la normalidad en los suministros. La cosecha nacional (24 millones de tonelada, el año pasado), a pesar de ser alta, resulta insuficiente para abastecer una demanda ganadera interna casi récord que solo queda bucear en los sobrantes de otros graneros mundiales como Brasil, Argentina o Estados Unidos.
La pérdida de Ucrania y Rusia ha desatado las costuras de un roto que podría quedar resuelto a corto plazo con los disponibles de estas plazas, aunque operan todavía muchísimos factores especulativos que han propiciado que, en estos casi 60 días de invasión rusa, el precio siga desbocado en origen con una volatilidad que pone en serio riesgo económico a las principales ganaderías.
De hecho, pocos descartan que estemos ante un cambio de ciclo donde los elevados costes paralicen el nivel de crecimiento de nuestros censos, dejando como única opción el sacrificio y la renuncia a la reposición de muchas cabañas que habían crecido considerablemente por la vía de la exportación hacia países con una demanda constante.
El Ministerio de Agricultura insiste en que no habrá problemas de abastecimiento de cereal para los próximos meses, aunque reconoce que la principal incógnita está en el impacto que tendrán las cotizaciones; y aunque el flujo de barcos en los puertos españoles ha recuperado el ritmo de atraques tras el parón de marzo, hay otros elementos que podrían tensionar más las bolsas como la reaparición de China en el mercado con aparente intención de continuar con un sospechoso acopio que protagoniza desde 2019, y que había ralentizado desde el último verano hasta que Rusia invadió Ucrania.
Y es que, a medio plazo, se teme por una crisis migratoria por las consecuencias que la falta de materias primas tan esenciales pudiera tener en Oriente Medio y en los países del Magreb, muy dependientes del trigo ruso y de otros cereales de allí. Lo han advertido ya algunos centros económicos de referencia como el 'Middle East Institute' que señala en sus informes que «la crisis podría desencadenar nuevas manifestaciones e inestabilidad en varios países», como también creen los almacenistas portuarios de Unistock y los comerciantes de ACCOE.
Sirva como pista lo que ocurrió en 2019 en Sudán, cuando el dictador Omar Al Bashir, fue derrocado bajo la presión de una revuelta popular al triplicarse los precios de los alimentos. En Yemen, los problemas de suministro estarían desencadenando tensiones en la población, o incluso en Siria. Inquieta, asimismo, cómo siguen bajando las reservas en Argelia, en Egipto, o en Líbano que hace dos años sufrió una tremenda explosión que destrozó los silos del puerto de Beirut.
Pero como ajenos a ese riesgo de hambruna, los fondos de inversión siguen agitando sin embargo la coctelera manteniendo muy tensionadas las lonjas que ni siquiera las lluvias de marzo y abril han podido aliviar por alejar los daños por sequía.
Porque en el caso de que lográramos una cosecha alta, seguramente no como la de los dos últimos años, ¿cuánto podríamos recortar la dependencia exterior y quién garantiza que ese cereal esté solo disponible internamente?
La medida de aprovechar los barbechos solo llega a tiempo para el girasol y maíz si no se extiende a la sementera de otoño, y ya veremos mientras el gasóleo esté por las nubes, la electricidad o los fertilizantes.
Quizá por todo haya bastante consenso entre las organizaciones agrarias y entre las regiones en que el siguiente paquete de ayudas directas que articule el Ministerio de Agricultura (194 millones de euros) debiera recaer de nuevo en la ganadería intensiva que se deja un pico en piensos cada día. Así lo pelearán este lunes ante el ministro de Agricultura.