Una Reina en plena madurez

SPC
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Doña Letizia alcanza la cincuentena consolidada en su papel de Soberana, ocho años después de que Felipe VI llegara al Trono, ensalzando una máxima que también ha hecho suya: tener una Monarquía renovada para un tiempo nuevo

A la otrora periodista aún le gusta pasear por Madrid con un discreto equipo de seguridad - Foto: Casa de S.M. el Rey/Estela de Castro

A punto de cumplir, el próximo día 15, una cifra redonda, 50 años, Doña Letizia alcanza la madurez en un momento dulce en el plano personal, y totalmente consolidada en su papel como miembro destacado de la Casa Real. 

Lleva ocho años como Reina y ha demostrado sobradamente que domina a la perfección una labor para la que no hay escuelas y que ha tenido que aprender poco a poco, hasta darle su impronta. Un empeño por adecuar la institución que representa a la realidad actual que la han llevado a hacer piña con su marido, Felipe VI, que ya expresó en su discurso de proclamación su intención de tener «una Monarquía renovada para un tiempo nuevo». 

La Soberana ha hecho suya esta máxima, y lo muestra su trayectoria como esposa del jefe del Estado, en un esfuerzo constante por mejorar y alcanzar la perfección que dicen mucho de la personalidad de una mujer que dio un giro radical a su vida por amor para embarcarse en un desafío que quedará reflejado en los libros de Historia. 

Con motivo de su cumpleaños, son muchos los medios que se han hecho eco de la figura de Doña Letizia, tratando de desvelar aspectos desconocidos de su ámbito más personal, una parcela que ella, además, guarda celosamente.

Así han podido saberse detalles inéditos como que la Reina usa gafas con discreción, pues nunca se la ha visto con ellas en público, que siempre tiene caramelos de menta a mano, o que le gusta mucho pasear por Madrid acompañada de un discreto equipo de seguridad. Para lograr pasar desapercibida, el uso de la mascarilla habría sido su mejor arma en estos años de pandemia y nueva normalidad. 

Otro punto destacable es su apego a muchas cosas de su pasada vida de plebeya. Y es que, a pesar de que lleva 18 años formando parte de la Casa Real, aún conserva a sus amigos de siempre, a los que suele ver los sábados, pues los viernes tiene una cita obligada con el cine, una de sus grandes pasiones. A ello se suma que le gusta caminar, ir al mercado y comprar libros. 

Pese a su agenda frenética y aunque la princesa Leonor estudia fuera de España, su día a día comienza siempre con un desayuno a primerísima hora de la mañana en familia, ya que en las cenas no siempre pueden reunirse. La unión de los Reyes y sus hijas es muy sólida, y han sido y son unos padres muy entregados a sus cuidados y educación, hasta el punto que Doña Letizia no dudaba en recurrir a su madre, Paloma Rocasolano, para que la ayudara con las pequeñas cuando tenía que emprender un viaje oficial.

Es también un rasgo muy característico suyo su amplia inquietud intelectual. Escribe todos sus discursos, que son revisados por la Casa del Rey, y prefiere debatir con líderes mundiales sobre temas como la nutrición o el feminismo que acudir a eventos de sociedad. Se esfuerza mucho en cada acto y estudia con meticulosidad los dossiers de las reuniones a las que asiste, sean del ámbito que sean.

Y, además de prepararse su trabajo a fondo, se esfuerza por hacer equipo con los que la rodean, desde su departamento de seguridad hasta sus colaboradores más cercanos. A todos los llama por su nombre de pila, una costumbre que no abandona en sus compromisos oficiales, donde se muestra cercana con sus interlocutores, educada y agradable. 

El plano más personal

Sobre las creencias religiosas de Doña Letizia poco ha trascendido, aunque su círculo cercano afirma que no es agnóstica ni creyente, sino aconfesional. Lo que sí es de sobra conocido es la inquietud de la Monarca por saber todo lo que se dice de ella: cada día recibe un grueso informe con los comentarios e informaciones que protagoniza en los medios y las redes sociales. 

Pero, si hay algo que ha llamado la atención de lo mucho difundido de la esposa de Felipe VI, es un detalle inimaginable. Y es que, odia los zapatos de tacón, que luce casi siempre en sus actividades oficiales. La razón es que sufre una metatarsalgia crónica por el uso continuo de este tipo de calzado. 

Pese a ello prioriza mantener una imagen impecable en sus actividades, siendo considera por ello un icono de estilo y belleza en todo el mundo, algo que consigue cuidando al detalle su alimentación y con estricto ejercicio físico.

Con todo, Doña Letizia se asoma al medio siglo de vida convertida en un emblema de la realeza. Una labor pública que ha construido a base de esfuerzo, y a través de la que intenta dar visibilidad, entre otras muchas de las causas que abandera, a las enfermedades raras.