Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Juan García-Gallardo, ese estilo que no queremos

22/01/2023

Sé que algunos --no la mayoría, supongo-- de los que participaban en la manifestación 'a la sombra de Vox' este domingo en Madrid compartían mi opinión: el presidente castellano-leonés, Alfonso Fernández Mañueco, debe cesar a su vicepresidente, Juan García-Gallardo, para mantener el equilibrio en su gobierno autonómico, pero, sobre todo, para dejar claro hasta dónde llegan las líneas rojas en las relaciones, presentes y futuras, entre el Partido Popular y Vox. Porque esta es nada menos que la clave de si se producirá o no una alternativa en el Gobierno en las próximas elecciones.

La verdad, no me paree muy digna de mención la polémica acerca de las 'medidas preventivas' y el protocolo, que acaso nunca existió, sobre el aborto. El tema, que tiene algo de 'fake', no me merecería gran atención: una de esas cosas sin trascendencia que tanto gustan a los españoles para dividirse, sacudirse y luego olvidarlas. Lo que me paree grave es que el muy joven (31 años) García Gallardo no ha entendido que la política, incluso la española, marcha por unos cauces de colaboración y respeto que él, altanero, desprecia.

Tango un reproche inicial que hacer a García Gallardo: ya en la noche electoral en CyL, a los periodistas nos llamó "lacayos". Luego, en un desayuno multitudinario que protagonizó, le pregunté por el tema y me respondió, bravucón: "Antes era una sospecha, ahora sé que hay muchos medios lacayos". Y habló, sin pruebas, de financiaciones oscuras. Ese día supe que el nuevo vicepresidente de la Junta de Castilla y León nos iba a dar muchas tardes de gloria. Lo de los 'latidos fetales', como si las mujeres fuesen unas incapaces para decidir sus propias acciones y destinos, no va a ser el mayor de los disparates, a la vista de cómo ha reaccionado el 'caballista' --así llaman ya al brillante jinete por tierras castellanas-- a las críticas: antes morir que rectificar, como si fuese Irene Montero y su ley del 'solo sí es sí', salvando todas las distancias que usted quiera.

Y es que en España la autocrítica no existe, el bravuconeo político es una constante. Esa 'política testicular', como la llamo, consistente en 'esto se hace por mis santos', o 'no se hace porque no me sale de' sigue siendo, a derecha e izquierda, una constante en este país al que Bismarck --quizá sea apócrifo, pero me vale-- calificó como el más fuerte del mundo porque "los españoles llevan siglos intentando destruirse y no lo han conseguido". Y García-Gallardo es un paradigma de esa política chulesca, provocadora, que antepone fanatismos religiosos o morales a la conveniencia o al criterio de la mayoría.

No sé si a su partido, Vox, que en tantas cosas, a mi juicio, se equivoca, le conviene mucho mantener en puesto de relevancia a alguien como García-Gallardo, constante piedra de escándalo. No porque sea demasiado joven (mire usted el emocionante ejemplo de la magnífica despedida de la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern), sino porque es de temer que nunca será un político maduro. Y eso no tenemos por qué pagarlo ni votarlo los contribuyentes. Ni los de la derecha ni los de la izquierda.

Copiar al portapapelesImprimir