«Desde el primer momento, en Toledo he sido una más»

J. Monroy
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María José Hernández, una de las primeras personas transexuales en Toledo, recuerda todo lo que ha aprendido de feminismo de sus compañeras, el Consejo de la Mujer o su madre

«Desde el primer momento, en Toledo he sido una más» - Foto: David Pérez

Un tópico sobre Toledo, cada vez más equivocado, es que se trata de una ciudad con una sociedad cerrada, demasiado conservadora, que no sabe adaptarse bien a lo nuevo. Dependerá de la experiencia de cada uno, pero María José Hernández rompe una lanza por Toledo y por los toledanos. Ella fue una de las primeras personas transexuales de la ciudad y «desde el primer momento que vine a Toledo, no he tenido ningún problema, al contrario, he sido una más. Yo no me he encontrado esa sociedad cerrada de la que se habla. Llegué en 1997, cuando ya me estaba hormonado, y en la oficina me trataron bien, mis compañeras en Radio Nacional de España me trataron fenomenal». Recuerda que, en un primer momento, por respeto, el director del medio le habilitó un servicio especial para ella en la segunda planta. A la segunda vez que le vieron subir las escaleras fueron sus compañeras las que le invitaron a quedarse. También acudía a hacer noticias a las Cortes regionales, «y los políticos, los funcionarios, los compañeros de la prensa... a mí me trató todo el mundo bien, no tuve ningún problema». Quizás, apunta, fue una afortunada, porque sabe que otras personas transexuales sí han tenido problemas con sus compañeros o jefes de trabajo, no fue su caso.

Después la sociedad toledana también ha tenido mucho que ver en la construcción de María José como mujer y como feminista. A través del Consejo y el Instituto de la Mujer, así como el trabajo con sus compañeras en la radio, ha aprendido mucho en feminismo, por lo que está muy agradecida. También aquí no puede pasar por alto la figura de su madre.

La historia de María José es la de una niña que nació en España en los cincuenta en un cuerpo de niño. De pequeña no entendía muy bien lo que le pasaba, pero tenía claro que algo no encajaba. Con nueve años ya fue consciente de que algo no iba bien y que era niña. En los Escolapios se negaba a llevar el uniforme masculino, «porque era un suplicio para mí, sabía que no era el que debía vestir y trataba de ir siempre en chándal, así que me ganaba unas broncas tremendas; además de por llevar el pelo largo, por encima de las orejas, lo que también me ocasionaba alguna que otra regañina».

Fue con 19 años cuando en Chamberí se encontró el libro 'El enigma', la autobiografía de Jean Morris, un periodista inglés casado y con cinco hijos, que narra su cambio de sexo. Allí encontró respuestas a sus preguntas. Había gente como ella, unas hormonas y una operación. «Yo estaba soñando con un milagro» y desde ese día «sabía qué tenía que hacer, solo faltaba el cuándo y cómo, para hacerlo con la suficiente estabilidad mental y emocional; y sí, por miedo, he tardado unos años más en poder hormonarme, operarme y cambiar mi filiación, pero no me arrepiento en absoluto».

Cierto es que había muchos miedos. Tras la 'mili', en 1979 estuvo a punto de comenzar el proceso tras conocer a Yeda Brown, aunque no lo hizo, por miedo a perder su empleo en la radio y el doblajes. Entonces, apunta María José, muchas mujeres perdían su empleo tras la operación «y la alternativa era la calle o el cabaret, y había que ser muy valiente». También estaban los problemas familiares, aunque en su caso todos lo aceptaron.

El cambio. Quitando la curiosidad histórica de Eleno de Céspedes, María José fue una de las primeras personas transexuales en Toledo, desconoce incluso si fue la primera operada, porque hay de hecho un chico en el Polígono que hizo el tratamiento durante la misma época.

Lo hizo mucho antes de la ley de Zapatero. En julio de 1987, el Supremo cambiaba el nombre y el sexo a una transexual, pero afirmaba que no se podía considerar mujer, sino «ficción de hembra». Para ser reconocida como mujer, necesitaba de una operación y de una sentencia judicial, pero ella lo hizo no por obligación, «sino porque tenía que hacerlo, si soy mujer, no voy a tener los genitales masculinos».

En 1995, María José comenzó a quitarse la barba con cera, tratamientos eléctricos y láser. Empezó la transición con las hormonas en Guadalajara en abril de 1997. Aunque ya llevaba mucho tiempo preparándose, había intentado empezar varias veces y lo paraba. Fue en septiembre de 2000 cuando se operó. Ella nunca tuvo miedo a la operación, pero de aquel día le contó su madre que cuando la vio en camilla camino del quirófano «me vio tal cara de alegría que no le hubiera importado si hubiera muerto allí».

Pero no fue hasta 2001 cuando María José por fin obtuvo legalmente el reconocimiento como mujer. Para ello tuvo que acudir a los Juzgados y ganar un Contencioso Administrativo. Un forense la examinó de cintura de abajo, y tras ver la operación afirmó, «si has hecho esto es que lo tienes claro». El fiscal no se opuso y el juez dictó sentencia: cambio de nombre y de sexo.

En Toledo. Más allá, la sociedad toledana se tomó ese cambio con completa naturalidad. A partir de ahí, María José ha sido una mujer muy activa en la vida social de la ciudad y el movimiento feminista. A finales de 2008, todavía como presidenta de Bolo-Bolo, se unió al Consejo de la Mujer, después ya desde Onda Polígono. Como mujer ha estado muy a gusto con su compañeras en la radio y amigas, y destaca el trabajo para el feminismo y todo lo que ha aprendido en el Consejo de la Mujer.

Un tanto retirada para cuidar a su madre, María José recuerda que en la anterior legislatura, de la mano de Araceli Martínez, pudo participar junto a otras compañeras, en el protocolo de menores trans, o contra la violencia de género en institutos «y he aprendido mucho de muchas mujeres de feminismo, de la igualdad entre mujeres y hombres». Sintiendo no poder participar más activamente, celebra el 8M con alegría.

Ley Trans. Fue en 1998, siendo presidenta de Transexualia, María José conoció en unas jornadas en Gijón que en Holanda ya había un seguimiento psicológico a niños de seis años, y con doce años, si se reafirmaban, comenzaban con bloqueadores. Era algo que les hubiera gustado tener a muchas de ellas. Cuarto de siglo después, hoy entiende que «no son convenientes los bloqueadores, son más perjudiciales que beneficiosos, ni las operaciones en menores». Es posible que lo puedan tener muy claro, pero son personas que no han crecido lo suficiente, están en desarrollo, y estas actuaciones pueden causarles problemas en su desarrollo. Además, si se echaran para atrás, las hormonas no son tan reversibles, y las operaciones, en absoluto. De ahí que no esté muy a favor de estas actuaciones entre menores.

María José sí está a favor de los protocolos trans en colegios e institutos, como los que hay en Castilla-La Mancha, «deja a tu hijo que vista como quiera, mientras de momento no toque su cuerpo, cuando sea mayor de edad, que decida».

Pero comprende las críticas hacia la autodeterminación de sexo. Advierte que los cambios sin control pueden provocar fraudes económicos de ayudas y discriminaciones positivas. También podría facilitar violaciones. Por no hablar de los problemas en deporte de hombre que nunca han ganado nada y se cambian a categoría femenina.