Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Asesina

27/01/2023

La Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense nunca ha estado tan escorada como la de Políticas. Aunque son primas hermanas, cada una por su lado, mantienen una singularidad propia. La primera está en un edificio carcelario próximo a Moncloa; la segunda, en el complejo de Somosaguas. Pero no es cuestión de ubicación, sino de posicionamiento ideológico. La de Políticas lleva décadas manejada de forma indisimulada por planteamientos de izquierdas, como si las decisiones que dirigen la vida de los ciudadanos solo pudieran ser de un determinado color. Lo hacen sin disimulo y con la superioridad que imprime el creerte siempre por encima de los demás.
Al cobijo de esa tendencia marcada, entre los muros de ese campus de Pozuelo de Alarcón -las paradojas que te envaina la vida-, surgió Podemos. El germen del partido de Pablo Iglesias se fue cultivando en esta facultad, con profesores que, lejos de despertar el espíritu crítico de sus alumnos, lo que pretendían es que terminaran pensando como ellos, si es que todavía no lo hacían. Ahí estaban el propio Iglesias, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa o Ariel Jerez, que, en sus comienzos, fue uno de los ideólogos de Podemos. Esa asamblea permanente de Políticas se trasladó a la Puerta del Sol con un movimiento menos espontáneo de lo que se creyó al principio. El 15M fue el aprovechamiento más inteligente que se ha hecho del malestar ciudadano dirigido hacia el interés propio de los que lo promovieron. En menos de diez años pasaron de acampar en el centro estratégico de Madrid a formar parte del Gobierno de España. Del adoquín a la moqueta y a la tarima cara en tiempo récord.
Para los que lideraron aquella revuelta planificada siempre les ha quedado un objetivo pendiente: el control de la Facultad de Ciencias de la Información siguiendo el modelo de la de Políticas. Nunca han entendido cómo los estudiantes que se forman entre los muros de ese mamotreto gris tienen tantos espacios de libertad para formar su propio criterio. En mi época universitaria, intentaron dar pasos en esa dirección agrupándose en torno a un colectivo bautizado como George Orwell, en referencia al periodista y escritor de Rebelión en la Granja. Enfrente, con ideas opuestas, se organizaron a través de un movimiento también activo llamado Altavoz. Desconozco el seguimiento que han tenido a lo largo de las dos décadas que han pasado desde que abandoné la universidad, pero entonces una inmensa mayoría era ajena a decantarse de forma clara. La cafetería era el único elemento de atracción para la gran masa; y una de las principales preocupaciones era si quedaba Passport o Ballantine´s o si había cerveza lo suficientemente fría.  
La prueba de la falta de una implicación política alejada de posicionamientos dominantes como el nido de Somosaguas ha sido el deseo permanente de Pablo Iglesias de formar parte del profesorado de Ciencias de la Información. Sabe que desde dentro puede manejar mucho mejor los hilos de un centro del que salen cada año cientos de periodistas que después formarán parte de la plantilla de los medios de comunicación, una de sus grandes obsesiones. Todo esto explica mucho mejor lo que hemos visto esta semana dentro de esta facultad.
Se puede discutir que una alumna que ha llegado a ser presidenta de una comunidad autónoma sea reconocida con una distinción junto a otros profesionales que han enfocado su carrera por caminos muy diferentes. Sería tanto como cuestionar la autonomía del propio centro. Las protestas organizadas alrededor de ese reconocimiento van más allá. Forman parte de una estrategia de amedrentamiento, de tensionar las aulas con fines que nada tienen que ver con la libertad propia de una facultad que debe luchar por mantener el regalo más preciado de esta profesión: la libertad. A los que gritaban Ayuso asesina, ¿qué será lo siguiente? Los profesionales del fango y del odio tienen todavía cuatro meses para superarlo. Que nadie dude de que lo van a intentar.