Leópolis: punto de fuga

Rostylav Averchuk (EFE)
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Más de cinco millones de personas han atravesado la ciudad, la mayoría para escapar hacia Europa, aunque varios miles decidieron instalar allí su nuevo hogar lejos del frente de combate

Un hombre despide a sus familiares, que pusieron rumbo hacia Polonia en uno de los trenes llenos de exiliados. - Foto: LaPresse

Está en el oeste de Ucrania y, por tanto, alejada de la línea del frente, aunque también ha sido golpeada por ataques esporádicos rusos. Y gracias a esa estratégica posición, Leópolis se ha convertido durante el año de la guerra en un centro de acogida de miles de desplazados internos.

Más de cinco millones de personas han atravesado, algunas para quedarse, la ciudad de 800.000 habitantes que en la cúspide de la crisis albergó a dos millones de personas, según datos municipales.

Desde el primer día de la invasión, cuando se formaron colas ante las tiendas de armamento y centros de reclutamiento, el corazón de la urbe se trasladó a la estación de trenes, que ha sobrevivido ya a las dos guerras mundiales. Convoyes abarrotados llegaban sin parar desde toda Ucrania y solo se detenían unos minutos antes de emprender el viaje de vuelta a las ciudades bajo ataque para ayudar al mayor número posible de personas a escapar de las bombas.

Miles de ucranianos cansados y desorientados, que con frecuencia solo llevaban consigo su documentación y algunos objetos básicos, debían ser alimentados, alojados y vestidos y miles de vecinos de Leópolis se volcaron para recibirles y distribuir los enormes flujos de desplazados entre varios puntos de recepción que surgieron en escuelas, universidades, monasterios y bibliotecas. «En aquel momento, obtener información, una bebida caliente y algo de comida tras un largo viaje era lo más importante para muchos», recuerda Myroslava, una de las muchas voluntarias.

Doce meses después, la estación parece vacía en comparación con las primeras semanas de la invasión, pero los trenes y autobuses de evacuados siguen llegando a diario con cientos de personas de las regiones de Jersón, Zaporiyia y Donetsk.

«Tras meses de ocupación o bajo los bombardeos, estas personas a menudo están en una situación psicológica muy complicada», afirma Myroslava, que todos los días proporciona asistencia psicológica a entre 30 y 40 recién llegados, aunque también son frecuentes otros problemas de índole médica.

Es el caso de Oleksandr Riabinin, que huyó de Járkov. Sobrepasado por el difícil viaje y la incertidumbre sobre el futuro de su familia, tuvo que ser ingresado en el departamento de cirugía cardíaca del hospital clínico regional de Leópolis debido a una crisis hipertensiva. Su sufrimiento se hizo evidente para uno de los médicos, Dmytro Averchuk, que invitó a Oleksandr, su mujer, sus dos hijos y sus abuelos, a alojarse en su propia casa. «Estamos contentos de poder ayudar, que sepan que aquí siguen estando en casa», subraya el doctor.

Algunos de los desplazados se han trasladado al extranjero y otros han sido capaces de regresar a sus ciudades de origen, pero, según el consejo municipal, 150.000 desplazados internos siguen residiendo en la ciudad un año después.

 

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