Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Previsiones, quizá acertadas, para un año desconcertante

02/01/2023

La magia del año que empezamos a transitar consiste en estar seguros de que van a ocurrir muchas cosas en este período de tiempo convencionalmente dividido en doce meses y trescientos sesenta y cinco días, de los que nos quedan, si se cumplen los rumores en el sentido de que las elecciones se celebrarán el 17 de diciembre, trescientas cincuenta jornadas para acudir a las urnas. Sánchez o Feijóo serán el presidente de la nación, salvo que nuevos tsunamis, como los que arrasaron al Partido Popular de Pablo Casado, se abatan sobre nosotros. O cualquier otra cosa, porque entramos en el año quizá más imprevisible de nuestras vidas, ya cuajadas de períodos que no podíamos haber previsto.

Leo encuestas en las que se pregunta a los españoles cuestiones tales como si creen que el Rey emérito regresará al país en el que fue jefe del Estado durante cuarenta años, o si piensan que Putin acabará perdiendo la guerra en Ucrania, yo qué sé. No dejan de ser meros juegos, porque la verdad es que nadie, ni siquiera esos servicios secretos que parecen tan informados, podría adivinar ahora qué se esconde tras la cabeza del neo-zar ruso, o si los trompicones del destino permitirán regresar, y cómo, a Don Juan Carlos, o de qué manera va a discurrir esa zigzagueante relación con el independentismo catalán.

Mis pronósticos, más o menos informados, pero siempre menos que los sedicentemente omniscientes mundos del espionaje, solo alcanzan a decir que hoy por hoy la fecha más barajada para esas elecciones generales es la del 17 de diciembre, que los sondeos reservados -o no tanto, cuando son favorables para ellos- de los partidos creen que el PP ganará en el cómputo global de los comicios autonómicos y municipales y que el suflé catalán va a ir decreciendo. Lo demás es, para mí, tiniebla, incluyendo certificar si nuestra economía irá a mejor, como siempre dice Nadia Calviño, o a peor, como aseguran los agoreros del bando de enfrente, mientras los expertos se dividen, haciendo bueno el dicho de Galbraith, que opinaba que un buen economista es aquel capaz de explicar con brillantez por qué se equivocó en sus predicciones.

Por lo demás, quién sabe -yo me temo que no- si representantes y representados hemos aprendido de los errores cometidos en el 2022 del que mejor no acordarse. Sí puedo asegurarle, a estas alturas,, que la ebullición sigue en esta caldera nacional. No va a ser un año aburrido, no, como tampoco sus predecesores lo fueron. Este, además, promete no ser un año cualquiera.