Medio millón de castellano-manchegos, en exclusión social

J. Monroy
-

Cáritas presenta su informe sobre Exclusión Social y Desarrollo Social en Castilla-La Mancha y detecta el sock causado por la pandemia, que ha aumentado en un 37% la desigualdad

Medio millón de castellano-manchegos, en exclusión social - Foto: Yolanda Lancha

Para explicar los efectos de la crisis actual sobre la población, Thomas Ubrich, técnico de la Fundación de Estudios Sociales y Sociología Aplicada (Foessa), la comparó con el Titánic. En lugar de iceberg, ha sido un virus inesperado el que ha golpeado la sociedad, en la que todos navegamos. En el Titánic, «los que viajaban en primera tenían botes salvavidas de sobra. Su supervivencia estaba asegurada. Sin embargo, la mayoría de los que viajaban en segunda o tercera clase no disponían de barco de emergencia y se ahogaron». Lo mismo ha ocurrido con la sociedad en la crisis de la Covid, que no solo ha dejado más personas en exclusión social, sino que ha agravado, sobre todo, la situación de las más críticas.

Cáritas ha presentado este jueves su informe sobre Exclusión Social y Desarrollo Social en Castilla-La Mancha, elaborado por Foessa, que deja cifras como un aumento de la desigualdad en términos de renta de más de un 37 por ciento, algo muy superior a la anterior crisis, y una disminución de las rentas más bajas de un 36 por ciento. La crisis ha feminizado más la exclusión. También ser extranjero es un problema. El 17 por ciento de los hogares sufre una falta de acceso a medicamentos por problemas económicos. La crisis también ha creado una fractura en las relaciones sociales. Y más de 83.000 familias de la región se quedan en pobreza severa, una vez pagan la vivienda.

La idea, apuntaba Raúl Muelas, provicario general de la Archidiócesis, es que la Iglesia, en su recorrido con los más necesitados, «entiende que comprender la realidad es una dimensión básica de la vivencia de la caridad, es el primer paso para el ejercicio eficaz de la caridad». Mónica Moreno, presidenta regional de Cáritas, apuntó que el informe pone de manifiesto la necesidad urgente de pensar en los que menos tiene, creando alianzas y trabajando todos juntos.

Más exclusión. Según estos datos, apuntó Ubrich, casi medio millón de castellano-manchegos, casi una cuarta parte de la población de la región, se encuentra en importante desventaja. Es decir, 479.000 personas están en exclusión social, algo que para Foessa va más allá de lo meramente monetario, dado que tiene en cuenta otras dimensiones como el empleo, la educación, la salud, relaciones, lazos sociales o legalidad. A partir de ahí, apuntó, el técnico, se ha producido un empeoramiento de las condiciones de trabajo y en estos momentos, «el hecho de tener un trabajo ya no es un elemento que te permite tener exclusión social, sino que por la inestabilidad laboral y la precariedad, tener un empleo ya no es lo importante, sino el tipo de empleo, si tiene las horas necesarias y los ingresos necesarios para cubrir las necesidades». Es grave el aumento del grupo de los más frágiles, un 37 por ciento, con situaciones de exclusión severa, unas 232.000 personas. Es decir que las personas en situaciones más críticas ya representan la mitad de las personas presentes en el espacio de la exclusión social. Estos datos regionales son mejores que los del conjunto nacional. Aún así, hay casi 10.000 personas expulsadas ya de la sociedad, con la acumulación de múltiples problemas y problemáticas que se agravan entre sí. Además, la población que no acumula problemas, es decir, en integración plena, se ha reducido del 50 al 44 por ciento.

Siguiendo con las metáforas, Ubrich habló de un tsunami, que ha arrastrado, sobre todo, a las personas que carecían de un escudo. Si dividiéramos la sociedad en un edificio de cinco plantas, por niveles de renta, los que más han perdido son los que están más abajo, mientras que el veinte por ciento de arriba no solo son los que no han perdido, sino que además han ganado. La desigualdad en términos de renta ha aumentado más de un 37 por ciento cifra muy superior al incremento que tuvo durante la crisis de 2008.

A Ubrich le preocupa que tanto la exclusión como la pobreza «no son realidades que aparezcan con las crisis y se desvanezcan en los momentos de bonanza económica. La historia nos ha mostrado que son realidades permanentes que crecen mucho cuando llegan las crisis y que se reducen poco cuando retorna el crecimiento económico».

Otras brechas. Además, la crisis también ha dejado nuevas brechas, como la digital, que alcanza al 45 por ciento de los hogares de la región, y agravado preexistentes, como son las oportunidades educativas.

También se hacen más profundas, como son el género y la nacionalidad de origen, y una tercera que adquiere cada vez más fuerza: la edad. Esta crisis está feminizando aún más el espacio de la exclusión. Esta afecta afectar al 28 por ciento de los hogares cuya persona sustentadora principal es una mujer frente al 22 por ciento donde esa figura es un hombre. También los extranjeros tiene peores condiciones de vida, con viviendas peor ventiladas por las condiciones de acondicionamiento de la vivienda y con más hacinamiento; así como menores recursos para adoptar medidas preventivas y una mayor exposición al contagio por sus empleos. Casi la mitad de los hogares encabezados por una persona de origen extranjero se encuentran en situación de exclusión. Y un 31 por ciento de los hogares con menores están en exclusión, frente al 17 de los que no los tienen. Finalmente, el informe resalta un importante incremento de la tasa de exclusión entre las personas de entre 45 y 64 años, que se ha incrementado en casi un 50 por ciento.

La inestabilidad laboral grave genera pobreza económica pero también frustración, laboral y personal, pues impide desarrollar proyectos vitales estables y que tiene efectos a nivel psicológico y emocional. Más de 132 mil hogares (17 por ciento) sufre falta de acceso a medicamentos o tratamientos por problemas económicos. En el ámbito de la vivienda, la dificultad en el pago de esta sigue siendo la casuística que más se repite. La combinación entre altos precios y bajos o inestables ingresos hacen que algo más de 83.000 familias, una vez realizado el pago del alquiler o la hipoteca, queden en situación de pobreza severa.  

Ante estas situaciones, las familias han optado por pedir ayuda económica a la familia, endeudarse con otras entidades y reducir sus gastos.