La guerra que ha cambiado el mundo

Agencias
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Seis meses después de la invasión de Ucrania, Rusia se atasca en el avance, pero Putin no cede en su amenaza para «desnazificar» el país. El día de la independencia se tiñe de luto tras un nuevo ataque del Kremlin que deja 25 muertos y 50 heridos

Efectivos de las fuerzas ucranianas resisten en la lucha contra las tropas rusas, que han arrasado decenas de ciudades, sobre todo en el sur. - Foto: Reuters

Tras seis meses de combates sin tregua y con los ojos del mundo mirando hacia Ucrania, los frentes de batalla en la contienda se han estabilizado en el país ocupado, mientras se multiplican los ataques y acciones de sabotaje en la retaguardia de Rusia, cuyo Ejército se muestra incapaz de plasmar en los campos de batalla su superioridad en armamento convencional.

El Kremlin sostiene que la campaña militar avanza según lo previsto y que las tareas planteadas por el presidente ruso, Vladimir Putin, de «desmilitarizar» y «desnazificar» Ucrania serán cumplidas sin falta.

«La operación militar especial (en Ucrania) se desarrolla tal y como fue planeada y se cumplirán todos los objetivos», insistió ayer en Uzbekistán, coincidiendo justo con el sexto mes desde que se iniciara el ataque, el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, ante sus homólogos de la Organización de Cooperación de Shanghái.

Según Shoigú, las fuerzas rusas emplean armas de precisión para castigar las infraestructuras militares y la industria de defensa de Kiev y hacen lo posible por «evitar víctimas» entre los civiles. «Indudablemente, esto ralentiza el ritmo de la ofensiva, pero lo hacemos conscientemente», dijo el ministro ruso. 

La conducción de la campaña militar y, en particular, la gestión de Shoigú han sido criticadas desde sectores ultranacionalistas, uno de cuyos líderes, Ígor Guirkin, advirtió de que «sin una movilización general Rusia perderá la guerra».

Y es que el Ejército del Kremlin, si bien se ha hecho con el control en el sur de gran parte de los territorios de la regiones de Jersón y Zaporiyia, y en el este, de la totalidad de la región de Lugansk, no consigue expulsar a las fuerzas ucranianas de la de Donetsk, la cuna de movimiento separatista prorruso.

Pese a que desde el Kremlin aseguran que su objetivo no es la población civil, sus hechos no demuestran lo mismo. De hecho, ayer se temían nuevos ataques sobre objetivos ucranianos y el vaticinio se cumplió, ya que al menos 25 personas murieron, cinco de ellas calcinadas en su coche, y otro medio centenar resultó herido por el impacto de varios misiles que cayeron sobre una estación de tren de la región de Dnipropetrovsk, en el este del país, según denunció el presidente Volodomir Zelenski, que culpó en una intervención por videoconferencia ante la ONU de esta incursión a las fuerzas rusas.

«Haremos que los ocupantes asuman la responsabilidad de todo lo que han hecho y expulsaremos a los invasores de nuestra tierra», agregó el dirigente.

Celebración sin fastos

El medio de año de combates se cumplía el mismo día que Ucrania celebra el 31º aniversario de su independencia. «Hace seis meses, Rusia nos declaró la guerra... El 24 de febrero nos dijeron: No tenéis ninguna posibilidad. Pero el 24 de agosto decimos: ¡Feliz Día de la Independencia, Ucrania!», aseveró Zelenski.

El jefe del Estado destacó que en estos 182 días han cambiado la historia y el mundo. «¿Qué es para nosotros el fin de la guerra? Antes decíamos, la paz. Ahora decimos, la victoria», subrayó para añadir que no buscará un «entendimiento con terroristas» y que los ucranianos pondrán manos arriba solo una vez: para celebrar la victoria.

Al evaluar la situación sobre el terreno, el ministro de Defensa de Ucrania, Oleksyi Réznikov, aseguró que «el peor escenario de los acontecimientos» ha quedado atrás. «Nos hallamos en una etapa de estabilización en los campos de batalla mediante un desplazamiento de unidades, y hemos creado muchos medios de contención», aseguró.

La resistencia al avance de las tropas rusas ha tenido un elevado coste para el Ejército, cuyo comandante en jefe, Valeriy Zaluzhnyi, cifró en cerca de 9.000 los militares muertos. La estabilización en la primera línea del frente coincide con una serie de acciones de sabotaje en la retaguardia rusa, incluso en la anexionada península de Crimea, pese a las advertencias de Moscú.