PP: Juego de equilibrios

Agencias-SPC
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Casado busca el centro político alejándose de Vox a la vez que arremete contra el Gobierno de coalición y tiende la mano al PSOE

PP: Juego de equilibrios - Foto: Chema Moya

Era una moción de censura contra Pedro Sánchez. Pero acabó escenificando en el Congreso de los Diputados el divorcio de la derecha española, la ruptura del hijo, Vox, con un padre, el PP, que renegaba de aquella formación que pasaba ya de anécdota y se había convertido en un quebradero de cabeza en Génova, especialmente de cara a los cálculos electorales. La fractura, con palabras muy gruesas del líder popular, Pablo Casado, hacia su otrora amigo Santiago Abascal, con el que compartió jornadas de comicios en aquel País Vasco en el que militar en un partido constitucionalista suponía llevar una diana en la espalda, fue la parte más llamativa, el golpe sobre la mesa, del cambio de rumbo planeado por la dirección del PP en busca del centro. Un espacio casi quimérico en la política española, al que muchas siglas han aspirado desde la Transición pero que, sin embargo, ha ido engullendo partidos sin que ninguno pudiera consolidarse. Y eso que los españoles, según las encuestas, se sitúan mayoritariamente en ese lugar del tablero político.

Desde entonces, Casado con una mano carga contra el Gobierno de coalición y con la otra apela al diálogo, un equilibrio que le ha llevado a firmar su primer pacto y, un día después, a romper la negociación sobre el Poder Judicial. Así se cerró el mes de febrero, lo que da la medida de la compleja balanza que maneja el líder de los populares. PP y PSOE escenificaron su enésima fractura en la renovación del órgano de gobierno de los magistrados; solo un día antes habían rubricado su primer acuerdo de la legislatura, el del Consejo de Administración de RTVE. Los tiras y aflojas para ofrecer pactos y, al mismo tiempo, enmendar con dureza la acción del Ejecutivo se dan de continuo en la hoja de ruta del nuevo PP que busca situar a su presidente como un verdadero hombre de Estado, como la única alternativa al Gobierno de coalición.

Semana de locos

La última semana de febrero, de hecho, puso de manifiesto la estrategia de los conservadores desde aquella traumática ruptura con Vox. El lunes 22, Génova buscó apuntarse un tanto al asegurar que el PSOE estaba dispuesto a apartar a Podemos del poder judicial; los socialistas lo negaron. Aun así, las negociaciones continuaron.

El martes, Casado recibió tratamiento de jefe de la oposición al ser el único portavoz invitado al almuerzo con el Rey por el 23F, pero mientras, su portavoz en la Cámara Baja, Cuca Gamarra, cargó contra el Ejecutivo porque los grupos que le apoyan dieron plantón a Felipe VI y tacharon de «operación de Estado» la intentona golpista de 1981.

El miércoles, el líder del PP hizo una demostración de funambulismo cuando en un mismo discurso acusó a Sánchez de romper España con el Gobierno «más radical en 40 años» y, a continuación, apeló a un «nuevo comienzo» para el país, con una «agenda para una nueva mayoría», y tendió la mano al PSOE para «ensanchar el espacio de la moderación y hacerlo tan grande» como para que los dos puedan «ganar dentro de él».

Al día siguiente, jueves, fumata blanca: pacto para renovar el Consejo de Administración y la Presidencia de Radiotelevisión Española. El primer acuerdo de la legislatura entre PP y PSOE que incluye, además, a Unidas Podemos y el PNV. Vox respondió a la alianza con burlas y, como si el Hemiciclo fuera un banquete nupcial, los de Santiago Abascal corearon un «que se besen». 

Entre tanto, la renovación del Poder Judicial parecía inminente tras dos años de bloqueo hasta que, a medianoche, la negociación saltó por los aires. Las dos partes reconocieron «escollos» que les llevaron a romper. Un nuevo tropiezo que puede complicar la renovación de otras instituciones como el Tribunal Constitucional o el Defensor del Pueblo.

Temor a los extremos

Y es que el consenso entre los dos antagonistas clásicos de la política española tensiona la posición de ambos en sus propios campos políticos, pues la competición entre bloques convive con la lucha en el seno de la izquierda y la derecha. Así, son varios los elementos que Casado debe cuadrar en su balance.

En la moderación, el PP se ha reivindicado como un partido de Estado, como el gestor que sacará a España de la siguiente crisis y como la única alternativa posible a Pedro Sánchez. De hecho, su exigencia de apartar a Podemos de las alianzas permite al PP desmarcarse de los morados, a los que acusa de buscar destruir el orden institucional, al tiempo que tensiona la relación entre socios de Gobierno, aunque conlleva un riesgo, el de servir como pegamento para la coalición.

En el campo de la derecha aparecen, sin embargo, obstáculos. Ciudadanos ha agitado la bandera contra el bipartidismo y ha censurado los acercamientos, tachándolos de pactos de despacho donde los dos principales partidos se reparten los jueces y la televisión pública. Por su parte, Vox reprocha cualquier aproximación de Casado a Sánchez y sostiene que Santiago Abascal representa la única oposición al Gobierno. «No quiero la unión del centroderecha tutelado por el extremismo», apuntaba el pasado martes el líder del PP en un acto en el que compartió protagonismo con José María Aznar, justo cuando se cumplían 25 años de la primera victoria electoral del que fuera presidente del Gobierno.

Para equilibrar la balanza en el seno de los populares, sobre todo de cara a captar votantes, el palentino cuenta con dos años por delante sin elecciones, siempre que Sánchez no le dé nuevas sorpresas.