Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Voy a pasármelo bien

18/11/2022

Faltan don Fernando, don Gonzalo y la señorita Mari Carmen. Tampoco salen don Julián, la señorita Meri ni don Anastasio. Pero sin aparecer en las imágenes, todo el claustro de los 80 y de principios de los 90 pasa rápido por la cabeza de los que pisamos aquellas aulas: Esperanza, Vicente, María José, Doroteo, Antonio, Margarita… Les representa don Agustín, un profesor muy en la línea del momento que se coloca frente a una treintena de alumnos sentados en aquellos pupitres ochenteros que resistían a los envites más inesperados. Voy a pasármelo bien, la película que fluye al ritmo de los Hombres G, es un canto a la EGB, a la inocente adolescencia y a una época que poco tiene que ver con la que se enfrentan los chavales ahora. 
Coincide que el colegio en el que se desarrolla la mayor parte de la comedia musical es en el que estudiamos toda una generación de niños del barrio del Balconcillo de Guadalajara. Allí vivían albañiles, empleadas del hogar, carteros, trabajadoras del hospital y operarios de las fábricas que se iban abriendo por todo el polígono: desde la Bressel hasta Interclisa, que después asumió el grupo Carrier. Parte de aquellas viviendas las entregaron don Juan Carlos y doña Sofía en mayo de 1978 y quedaron bautizadas como las Casas del Rey. Se levantaban edificios donde poco antes había terrenos de labor y parejas jóvenes, muchos llegados desde pueblos de la provincia, empezaban a llenar de niños y de vida la zona más nueva de la ciudad. 
La comedia de David Serrano se ambienta en Valladolid, pero, en realidad, el escenario principal donde transcurre buena parte de la trama son las instalaciones del colegio Alcarria, rebautizado en el musical con el nombre de Miguel Delibes, un centro público pucelano. Cuando se recuerda la cita de Rilke que sentencia que la verdadera patria del hombre es la infancia, la de muchos de los que crecimos en aquel barrio obrero está en el colegio Alcarria. Ahí está nuestra patria. En las clases y en el salón de actos. En las pistas y en el gimnasio. Y también en ese patio donde todos queríamos crecer más rápido de lo que tocaba. 
Voy a pasármelo bien se estrenó en agosto y a muchos nos pilló en pueblos donde no hay cine. Ni falta que hace. Ahora, se puede ver ya en una de las grandes plataformas de películas y series y los que entonces no la vimos nos hemos enfrentado a la nostalgia que supone retroceder más de 30 años. David, Paco, Fernando y Luis perfectamente pueden ser Nacho, Raúl, Antonio y Santiago. El bedel de la peli se llama Celedonio y en nuestro mundo real se llamaba Leoncia, una mujer algo áspera por fuera y tremendamente dulce por dentro. Bastante tenía con aguantarnos. Cuando no te vaciaban todos los extintores del patio, se liaban a balonazos contra la puerta de tu casa, que estaba dentro del recinto del colegio. 
Es sentimentalismo del puro, con el valor de la amistad, del primer amor y de un tiempo feliz o infeliz, que de todo hubo, como en la vida misma. Es la esencia de la vida de una capital de provincia pequeña, de los barrios con alma y personalidad, algo que es difícil de encontrar ahora. El colegio Alcarria forma parte de la historia más íntima de todos los que pasamos por allí, chicos y chicas que ahora peinan canas o ya no peinan nada. Es la prueba de lo auténtico y renegar de ello, aunque haya pasado el tiempo, es de cretinos.