Adiós a Eusebio

Ramón Sánchez González
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Eusebio era un hombre sencillo, humilde, muy conocido por cuantos tenemos la costumbre tan toledana de dar la vuelta al Valle. Hace un par de semanas nos abandonó para reunirse con quien fue su compañera de vida desde la adolescencia, Dolores

Imagen de Eusebio, el amigo de los paseantes del Valle, falleció hace un par de semanas.

¿Quién es Eusebio para encabezar una reseña?, ¿qué relevancia tiene para ocupar un espacio en La Tribuna de Toledo? se preguntará quien llevado por la curiosidad inicie la lectura.

Eusebio era un hombre sencillo, humilde, muy conocido por cuantos tenemos la costumbre tan toledana de dar la vuelta al Valle. Formaba parte del paisaje, eso sí del paisaje humano.  Incontables las personas que nos deteníamos a conversar con él; raro era verlo solo. Si nos ganábamos su confianza escucharle era un gozo indescriptible, sobre todo para quienes sentimos curiosidad por el tiempo pretérito. Su generosidad, amabilidad y bonhomía inclinaba indefectiblemente a corresponderle con afecto sincero.

A sus 94 años una mirada hacia su pasado nos muestra un trabajador infatigable. Albañil de profesión, con la fuerza de sus manos, el coraje para afrontar los duros años de postguerra donde la miseria campaba a sus anchas, sus ansias de mejorar y, una vez casado, el ferviente deseo de sacar adelante a la familia, se convirtieron en el motor de su vida, en la fuerza para alcanzar sus anhelos. A todo ello unió el convencimiento de que la honradez abría muchas puertas. Con estos mimbres urdió un cesto donde cabían la prosperidad suficiente para llevar una vida sencilla, alcanzar un confortable bienestar, el reconocimiento profesional de quienes fueron sus clientes y, lo más importante, el cariño de cuantos le conocieron.

Cuando narraba sus fatigas y sus vivencias, algunas alegres, de mocedad, en aquel Toledo gris de los años cuarenta, un Toledo en blanco y negro, ni tan siquiera en color sepia, el tiempo parecía detenerse. Especiales para sumergirse en la reflexión el relato de unas remembranzas pasadas, envejecidas, a veces incluso remotas al resultar, si no incomprensible y difíciles de creer, sí cuando menos complicadas de entender, de encajar desde nuestra visión del presente. El recorrido por su dilatada vida despierta admiración y un hondo respeto. Sorprende constatar las grandes dificultades por las que atravesó, desde su lejana infancia y adolescencia de pastor, pero más fascinante verificar que jamás salían de su boca palabras de resentimiento, rencor y mucho menos de odio.

Eusebio representa un modelo de persona, fruto de su tiempo, un tiempo árido, amargo. Toledano (de Menasalbas) capaz, como otros muchos de su generación de hacer frente a la vida a pecho descubierto sin amilanarse ante la adversidad y de legar un mensaje perdido en el anonimato, pero que junto al de tantos otros desconocidos 'eusebios' han contribuido a cimentar la España de hoy.

Hace un par de semanas nos abandonó para reunirse con quien fue su compañera de vida desde la adolescencia, Dolores. Notaremos su ausencia y es bonito pensar que ahora nos podrá contemplar desde las alturas, aunque ya quedemos privados de su conversación siempre amena e instructiva.