El investigador José García Cano, académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, firma un artículo difundido el domingo por el Ayuntamiento de Consuegra para conmemorar el 110 aniversario de la inauguración de la luz eléctrica en el municipio manchego. Meses antes, los operarios habían iniciado la instalación del tendido para las calles localizadas al pie del Cerro Calderico.

Así, el 1 de mayo de 1912, tres años después que Tembleque, quedaba inaugurado oficialmente el servicio eléctrico en esta importante localidad manchega que suma, a día de hoy, 10.000 empadronados. «Pero aquella primitiva electricidad no era perfecta, y por ello, las quejas desde el consistorio consaburense eran bastante frecuentes hacia la empresa Hidroeléctrica de Buenamesón», explica García Cano.

Los fallos en el suministro resultaban frecuentes, y la empresa descontaba la parte proporcional de los días u horas. No obstante, los consaburenses reconocían la relevancia tecnológica y pedían, por ejemplo, la colocación de bombillas en una calle concreta.

«Historia reciente de nuestra sociedad consaburense y cambios muy rápidos en nuestras vidas, con los que sin duda hemos conseguido un bienestar impensable hace décadas», reflexiona José García Cano en este breve artículo publicado expresamente para el 1 de mayo de este año.

alumbrado público. El investigador aporta pinceladas también sobre el alumbrado público de las calles de Consuegra antes de la electricidad. Hasta 1886, las calles quedaban completamente a oscuras, por lo que las celebraciones religiosas estaban acompañadas de luminarias y hogueras.

El Ayuntamiento manchego adquirió en 1986 un total de 150 faroles para el alumbrado público, distribuidos estratégicamente por el núcleo urbano. Cada uno de ellos fue subastado al precio de 22 pesetas e incluía las palomillas de hierro, los depósitos, los tubos y las torcías o mechas.

En 1901, el Ayuntamiento aprobó las bases para la subasta del servicio, que constaba de 135 farolas. El coste ascendía a 3.000 pesetas al año con la asunción del encendido, la limpieza las cerillas, las mechas y el resto de útiles. El alumbrado comenzaba una hora antes de la puesta del sol y terminaba a la una de la madrugada. Y no todos los días del año.