España en situación de estupor

Carlos Dávila
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El panorama es que vamos de golpe de Estado en golpe de Estado, de ruina en ruina, y las gentes no terminan de recaer en que las están destrozando

El presidente del Gobierno en una imagen de esta semana en la La Moncloa saliendo a recibir a mandatarios de la OTAN. - Foto: E.P.

Se han cerrado los fastos de la OTAN y a fe que han parecido, sobre todo, un inmenso plató de televisión. Básicamente relaciones públicas, o exteriores de forma más exacta. Vuelve ahora a España la dura realidad de un momento al borde de la tragedia nacional en la que sobra la risa satisfecha del narcisista de La Moncloa. 

La inflación desbocada: 10,2 por ciento, sin precedentes desde 1985. El martes, un psiquiatra amigo le definía así al cronista la situación del país: «Nos encontramos en situación de estupor». Una calificación clínica que el Manual Merck, la Biblia de la Medicina, presenta como «La ausencia de respuesta en la que el paciente solo puede despertar brevemente y con una estimulación enérgica y repetida». Lo clava respecto a España. Este país parecía haber salido de su atrofia social tras la hecatombe de Pedro Sánchez en Andalucía pero, en pocos días, la avasalladora presencia de la Alianza Atlántica en Madrid, nos ha devuelto la vorágine de un mandatario que se ha creído directamente el dueño del mundo. No es exageración. 

¿Qué tenemos?

Afortunadamente, la resaca va cediendo y, ¿qué tenemos? como dice un internista cada vez que examina la pantalla con nuestros datos biológicos.  Y, ¿qué tenemos pues? Hagamos una breve relación, sin establecer jerarquías, de la casuística que nos anega: abordaje del Gobierno al Instituto Nacional de Estadística porque sus fotografías, les resultan malas, veladas; crisis total en el Consejo General del Poder Judicial con los magistrados rebelándose porque Sánchez les quiere convertir en mequetrefes a su servicio; desvergüenza absoluta en el Centro de Investigaciones Socialistas (antes Sociológicas) donde un pirata, Tezanos, miente y trabaja para su amo; ninguneo del Consejo de Estado al que el Ejecutivo desprecia, al punto de ni siquiera leer sus informes alarmados; permiso para que los niños y niñas de 14 años para arriba puedan cambiar de sexo sin someterse al más elemental análisis médico; apropiación total de la reunión de la OTAN por un tipo, Pedro Sánchez, que no ha tenido ni la gentileza de invitar a los herederos de los que nos introdujeron en la Alianza; bendición y aplauso de la matanza histórica que Marruecos y sus gendarmes han perpetrado contra emigrantes desfavorecidos; censura tras el Consejo de Ministros de la pobre portavoz del Gabinete para que la ministra de Igualdad no pueda expresar sus propias opiniones sobre la masacre marroquí; ataque brutal de Sánchez y de su ministra de Hacienda, la folclórica Montero, a las grandes empresas del país y a los llamados por ellos, «terminales mediáticas»; desistimiento de las víctimas del terrorismo que se han negado a acudir al acto del PSOE en el Congreso de los Diputados; regañina de la Comisión Europea al Ejecutivo del narciso a cuenta de que las pensiones se encuentran en almoneda; abordaje de un empresa pública, Indra, la que realiza los escrutinios electorales entre otros menesteres, para transformarla en una franquicia vergonzosa de La Moncloa; inflación disparada, precios imposibles de pagar de la luz, el gas, la gasolina, el melón, la sandía, y de la modesta barra de pan. Y la última, acuerdo de Ejecutivo con los etarras de Bildu para investigar los «crímenes del franquismo» hasta 1983, y ¿los de la banda?, no, esos terminarán por ser galardonados y celebrados por este individuo y sus conmilitones.

 Esta es la imagen que se dibuja desde cualquier punto de observación de España. El panorama es que vamos de golpe de Estado en golpe de Estado, de ruina en ruina, y las gentes no terminan de recaer en que las están destrozando. Hace 10 días la indignación contra este gobernante ha aparcado en Andalucía pero, casi en horas, la apabullante propaganda oficial nos ha intoxicado con una imagen irreal del país que se ensoberbece afirmando que es la envidia del universo entero. 

Engaño

El Gobierno ha utilizado la OTAN y ahora ya el verano, el más caluroso desde hace incluso siglos, para disfrazar lo que se nos viene encima. Es curioso, por aquí, por acá y por acullá menudean los analistas que, con voz horrorizada, proclaman: «¡J…., la que nos espera!» Y, ¡qué es ello? Pues no nos dicen qué. Esto sirve de perillas a un Gobierno que engaña sin empacho y que rectifica si eso le viene al pelo. La ciudadanía se despierta un domingo, la realidad le atiza al PSOE un soberbio zurriagazo (caso Andalucía), pero el martes vuelve a sumergirse en otra sumisión social, como si la realidad no fuera con ella. Terrible inepcia, horrorosa inercia.

 Sería muy aconsejable que este país alelado se levantara aunque fuera solo por unos momentos del letargo, y se comportara en consecuencia. Lo escribo sin demasiados miramientos: como en el caso del estupor clínico, se nos hace imprescindible un varapalo histórico, un vuelco democrático en las urnas, una «estimulación enérgica y repetida» como aconseja el citado Manual Merck, para abandonar la resignada protesta de la derecha española para a continuación regresar a su impúdica resignación. 

En la lista de los males que nos asolan, se ha escapado una mención a la invisible, casi nula respuesta, de alguna institución a los latigazos morales con que nos estás agrediendo estos caimanes. Está en juego la vida de fetos y embriones o de viejos que no se pueden defender de la eutanasia, y nuestros próceres más piadosos, se niegan a acompañar las protestas. Dijo una vez en público el genial Agustín de Foxá: «Este país es una mierda, pero lo peor es que nos gusta». Si viviera ahora seguro que no suscribiría aquel pensamiento. 

Lo demás es esperar a ver si esta pesadilla psicótica que nos gobierna se estrella dentro de un año en las próximas elecciones. ¿Somos conscientes del daño que puede hacer hasta entonces a España este individuo ufano? No lo imagino y, por cierto, ¿sabemos todos que tras un episodio de estupor puede acaecer un coma profundo?