Tras tres años sin celebrarse a causa de la pandemia, el tradicional encierro de Olías del Rey volvía a las calles.
Mucha gente joven en el recorrido denotaba la buena salud de la que goza la tauromaquia en la provincia de Toledo. Calles abarrotadas y una plaza de más de 3.500 espectadores en la que no cabía un alfiler, como muestra de las ganas que los olieros y sagreños tenían ganas de recuperar su tradición de lunes de feria.
Con casi media hora de retraso y con la noche como testigo, los toros recorrieron el habitual trazado dejando los mozos carreras de mucha vistosidad.
Miles de personas se citan en el encierro nocturno de Olías - Foto: David PérezTres astados que dieron un juego variado, rompiéndose la manada muy pronto y llegando el primero de ellos de forma veloz al coso. La cercanía de los pitones a los corredores hizo vivir momentos de apreturas cuando enfilaba el último tramo que da acceso a la plaza, viviéndose a la par carreras muy bonitas cuando el astado cruzaba bajo el arco que preside la entrada al recinto ferial oliero.
Posteriormente fueron los otros dos astados lo que hicieron su aparición en el ruedo, ante el asombro de los asistentes, que vitorearon y jalearon a los mozos, y festejaron la llegada de los astados. Las puertas abiertas, permitieron que volvieran a salir a las calles, lo que favoreció el disfrute de todos cuantos se habían desplazado a disfrutar de la tauromaquia en su esencia más pura, en contacto con la calle.
Mayores y pequeños, padres, nietos y abuelos disfrutaron una vez más de la adrenalina de ver los astados en las calles, que una vez llegaron al ruedo, permitieron quiebros y recortes de los que quisieron ver aún más de cerca los voluminosos astados de diferentes ganaderías.
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Olías fue el epicentro de la actividad de la Sagra, congregando a miles de personas y latiendo al ritmo de la tauromaquia, sin acusar que hacía casi mil noches que no veía correr los toros por sus calles el lunes de las fiestas.