«Roca Rey» suena a tambores de guerra en Illescas

Mario Gómez / ILLESCAS
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El peruano se muestra arrollador en Illescas, ante un coso abarrotado cortando 4 orejas. Manzanares se explayan en su concepto, y pasea dos trofeos. Talavante quiere, pero no refrendó sus actuaciones, y paseó un apéndice de la corrida de Daniel Ruiz

Roca Rey mostró sus cartas en el inicio de temporada. - Foto: Dominguín

Los clarines y timbales para la salida del sexto sonaron a tambores de guerra. Convocaban a una batalla en la que el rey peruano vestía de grana y oro. Impertérrito en la bocana aguardaba Andrés. Casi tan tranquilo y parsimonioso, como cuando se dirigió al centro del platillo a brindar a los presentes antes de hincarse de rodillas. Sorteó un animal con movilidad y ante el que el peruano desplegó su mejor toreo. No defraudó cuando toreó de hinojos en redondo en los medios; ni cuando de pie se lo pasó respirandole en la taleguilla. Andrés es Roca, pero también es Rey; por la elegancia, el mando, y el son de sus muletazos. Por los olés y por los uys. Por mandar en embestidas descompuestas, y por poner de acuerdo a los seis mil espectadores que abarrotaron el coso sagreño. No sólo es torero de otra latitud, sino un cóndor del Perú que vuela a ras de suelo. Arrastrando la franela y vaciando muletazos por bajo. Y eso que su oponente no fue el mejor del envío de Daniel Ruiz, pero otra vez, otra temporada más, Andrés apunta a ser uno de los máximos gallos de este corral. Se mostró tal cual, valiente y poderoso, y una estocada entera le valió otro doble trofeo.

Roca Rey fue el primero en pegar en la tarde. En el tercero pegó. Y duro. Pero muy de cerca. Casi tanto como se los pasó en un clamoroso saludo que hizo romper la tarde. Casi tanto como el ceñido quite por chicuelinas y tafalleras. Casi tanto, como la locura se convirtió la cubierta de Illescas que incluso abrió parte de su retráctil techo. Quizá no fue la faena más brillante de su vida, pero sí que se convirtió en toda una declaración de intenciones, dejándoselo llegar mucho y vaciando el muletazo muy lejos. Y cuando el escaso tercero, que solo tuvo el brío de salida y el de quererse a arrancar, se vino abajo, quizá no sabía que Roca Rey aún tenía ganas de más. Y se pegó un arrimón, metiéndose entre los pitones para vaciar lo poco que le quedaba al animal entre el clamor de un público que hasta el momento había visto poco, y se entregó a él. Entonces dio por concluida la faena con una gran estocada, y paseó el doble trofeo; Roca Rey golpeó primero y por partida doble.

Manzanares desplegó su toreo igual que abrió su capa. Amplio, asentado, con empaque, estética y templado. Y fue con todo a una faena de muleta en la que se abandonó con un torero de mano baja y estética; delicia para la fotografía y la vista. Atesora la virtud de saber encauzar embestidas cuando corresponde, obligarlas cuando conviene, y encajarse y desplegarse cuando quiere. Y así entramos una faena en la que logró meter al toro y al público en el canasto para, tras rubricarlo con una estoconazo, pasear las dos orejas. Manzanares estético, y técnico, en estado puro.

Antes, abrió la tarde con un hechurado animal. Sin exageraciones pero en el punto justo. Pareció que podía permitir algo más dado el ilusionante saludo del alicantino. Un Manzanares muy estético, que incluso dibujó un par de chicuelinas para el deleite del público. Parecía haberse encontrado el torero de dinastía, cuando se dirigió a los medios a brindar la faena, y el respetable le tributó una cariñosa ovación. No pudo más que dejar algún buen trazo de notable empaque por ambos pitones, ante un animal que se apagó pronto y se vino muy a menos. Noticia fue que pinchó; aunque la segunda entrada no tuvo discusión y pronto dio con el burel en el suelo, no obstante recibió leves palmas.

Talavante volvió por sus fueros en el quinto de la tarde. Un sobrero que estaba mucho más cuajado que el resto de sus hermanos, y que a pesar de ser un puntito bruto de hechuras, sirvió para una magna labor del extremeño. Talavante se mostró inspirado, tal y como acostumbra, logró un saludo capotero muy meritorio y un ceñidísimo y artístico quite. El torero encontró acomodo en la media distancia del burel, y logró hacer una faena de mando, en la que destacaron varios pasajes que recordaron al mejor Talavante. La inspiración llegó en forma de muletazos, logrando incluso a despojarse del estoque simulado para torear completamente abandonado a un animal de Daniel Ruiz que estaba destinado a cortarle las dos orejas. Lástima de la espada viajó atravesada, haciendo una fea guardia, que requirió de un doble golpe de verduguillo; dejando todo en un único trofeo.

Talavante no tuvo opciones en el segundo de la tarde. El extremeño no pudo más que intentar dejar algún capotazo en el recibo de salida. Afligido durante la faena de muleta, se intensificaron las protestas que ya arrastraba el toro de Daniel Ruiz desde los primeros tercios. Talavante lo pasó por ambos pitones hasta que el animal comenzó a reponer sobre las manos y quedarse corto. No quiso apostar en la suerte suprema y se atascó en exceso.

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