Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


La tercera ley de Newton

14/10/2022

Igual que a la física, que es el ámbito en que el físico inglés la enunció, su tercera ley es aplicable a la política sin ningún género de duda.
Este genio, ya en el siglo XVII enunció esta ley de la Naturaleza según la cual a cada acción le sigue una reacción igual y de sentido contrario. Obviamente se refiere a una realidad de la física, para nada hace referencia a la acción humana.
Sin embargo estamos comprobando que de una u otra forma esta ley podría ser aplicable también a la evolución de la acción humana y ello es perfectamente contrastable. Hemos vivido en Europa muchos años gobernados en casi todos los países por dos partidos pegados al centro, uno con más tendencia socialista y otro con más connotaciones conservadoras. Pero ocurrió que en muchos países, con el paso de los años estas estructuras se fueron degradando minadas por la endogamia, la corrupción y sobre todo la incompetencia.
Esta situación fue la cama perfecta para la siembra de extremismos salvadores. Casi en todos los casos nació primero una fuerza de tendencia izquierdista más dura, cuyas prédicas, por facilonas y demagógicas germinaron como los níscalos bajo lluvia otoñal. Obviamente la sociedad quedó durante un tiempo bastante desequilibrada, hasta el punto de que estas fuerzas de la izquierda más dura, se apropiaron de los calificativos más positivos. Eran 'los progresistas', aunque jamás un país haya progresado con un timonel de esta ideología. Hubo tiempos en que la idea del progresismo alcanzó tal preponderancia que cuando se quería justificar cualquier decisión política se la calificaba de 'progresista'. Con eso ya no había quien se atreviera a atacarla si no quería que inmediatamente le colocaran el sello de retrógrado. En España, fascista, franquista y similares.
Pero todos los abusos, acción, al final acaban por provocar una reacción de sentido contrario y ya ha llegado. La estamos viviendo en Europa, en unos países de forma más explosiva y en otros más moderada, pero la reacción se ha producido.
La solución que muchos, sobre todo los que iniciaron la acción, ahora se asustan y quieren atajarla con prohibiciones y persecuciones. Vemos cómo se ha querido aislar en España a Vox. Obviamente la persecución no es el camino, conseguiría lo contrario. Realmente no existe fórmula mágica para cortar las alas a los extremismos, o quizá sí. Quizá la receta magistral sea volver a los principios, los de verdad, no los fingidos. Seguramente cuando las organizaciones moderadas vuelvan a la moderación, persigan el nepotismo, la corrupción, el enchufismo, la endogamia, el amiguismo y la inutilidad y sobre todo el sentido de estado y la rectitud, las personas vuelvan a confiar en estas fuerzas centrales.
Pero estamos muy lejos de ello. Lo vemos en España con el espectáculo del poder judicial, compuesto por personas que se las supondría rectas, responsables e independientes. Sin embargo su alineación es perfecta, cuando se ordena formar no es necesario decir a nadie cuál es su fila.
Obviamente esto también provoca la correspondiente reacción: el desprestigio del órgano y de todo lo que representa, con lo que se sigue propiciando la siembra de los extremismos. ¿Es que ya no quedan dirigentes con sentido de estado? ¿Es que ya no existen personas en cargos relevantes, capaces de defender sus ideales aún a costa del propio puesto?