Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


El hombre equivocado

14/10/2022

Con los años, la capacidad de relativizar aumenta si se ha alcanzado la humildad para aceptar los errores cometidos. No todas nuestras ideas son brillantes, ni nuestros actos son ejecutados como habíamos previsto y sorprendentemente, con el tiempo descubrimos que algunos conceptos son fallos de base.

Me ha sorprendido la virulencia en el ataque intelectual a la rebaja fiscal propuesta por Liz Truss. La nueva primera ministra y su ingenuo ministro de Economía han visto cómo se las gasta el mercado y los medios especializados cuando se hace algo que no les gusta. Les ha temblado el pulso y han rectificado una minúscula parte del proyecto para ganar un espacio político. Se huele la sangre, pero es pronto para saber si el enemigo es laborista o conservador. Por suerte, ninguna feminista ha argumentado que el ataque es fruto de su género o el color de la piel del ministro.

Básicamente, se argumenta que apostar por un incremento productivo vía reducción fiscal es una estupidez; probablemente, cierto. En una economía en espiral inflacionista se agrava el problema al aumentar la demanda agregada, al poner más dinero en las familias; discutible, aunque la ortodoxia económica lo afirma con contundencia. Y por último, que el mayor peligro del Estado británico es la brutal deuda pública (inferior a la española) y que no se puede poner en peligro la capacidad de responder a ese compromiso; totalmente correcto.

Cada elemento criticado por separado es acertado, pero globalmente tendencioso. El problema del proyecto es que en ningún lugar se ha dicho lo más importante, de dónde se va a reducir el gasto público. Tampoco se cuestiona la política energética que ha puesto de rodillas a la economía británica. Y se prefiere obviar la concentración de poder político que asfixia la economía, fomenta la corrupción y ha creado una metrópoli gigantesca que anula a las regiones pobres.

El Brexit no ha sido el causante ni la invasión rusa. Desde el final de la segunda guerra mundial, Gran Bretaña ha ido perdido su apego por la libertad a cambio de una seguridad cómoda. Su pasado glamuroso le permitió creer que sería una potencia mundial con una urbe financiera y de seguros, obviando el esfuerzo personal y colectivo. Boris Johnson era consciente del drama y optó por hacer de Europa la culpable. Es hora de que alguien le empiece a decir a los británicos que toca reformar. Los países miembros del Euro tienen un problema semejante.