Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Visigodas

15/02/2023

Ya saben lo que ocurre cuando se coge la linde. Pues parece que yo he cogido la linde goda y vuelvo a la carga con el viejo Regnum Gothorum toledano. Que ya les he dicho que cada día me parece más fascinante e interesante. Así que hoy tocan visigodos. O mejor dicho, visigodas. Unas mujeres de armas tomar, en el sentido más literal del término. Es cierto que de la inmensa mayoría, como ha ocurrido a lo largo de la historia, no sabemos nada, pero no todas han sucumbido al olvido de los siglos, obviamente aquellas que pertenecían a la clase privilegiada, y por lo tanto sus nombres y sus vidas han sido objeto de recuerdo de cronistas y poetas.
Dos de ellas, en efecto, han merecido ser cantadas por Venancio Fortunato, el 'último poeta latino', quien narró su drama, del que nos completa la información el cronista Gregorio de Tours. Se trata de las dos hijas de Atanagildo, el monarca godo que estableció su corte en Toledo, las princesas Brunequilda y Galswinta. Ambas fueron dadas en matrimonio a dos de los soberanos merovingios que se repartían el reino de los francos, en las Galias. El triste destino de esta última, casada con Chilperico I, rey de Neustria, es cantado por Fortunato en un poema impregnado de dramatismo. Chilperico, una vez que la princesa abrazó el catolicismo y se casó con él, se negó a abandonar a su concubina, Fredegunda. Cuando Galswinta decidió regresar a Toledo, el soberano la retuvo con engaños, y la hizo asesinar.
Brunequilda, «de modales elegantes, de hermosa figura, honesta y decente en sus costumbres, de buen consejo y agradable conversación», según Gregorio de Tours, por su parte se había casado con Sigeberto I, rey de Austrasia. A partir de ese momento se convirtió en protagonista principal de la turbulenta historia de la Francia merovingia. Regente del reino durante la minoría de su hijo Childeberto II, y tras el asesinato de éste, por segunda vez, de la de sus nietos, no sólo gobernó con mano de hierro, sino que decidida a vengar la muerte de su hermana, participó en el asesinato de Chilperico I, e intervino en las numerosas guerras fratricidas de los soberanos merovingios. Llegada a una edad muy avanzada para la época, los setenta años, fue finalmente asesinada al enfrentarse a Clotario II, hijo de Chilperico y Fredegunda, siendo atada a la cola de un caballo, que la arrastró hasta morir. Hija suya fue Ingunda, quien casó con el hijo de Leovigildo, Hermenegildo, influyendo en la conversión al catolicismo de éste, lo que desencadenó la guerra civil.
Pero no tuvo menor protagonismo que ellas su propia madre y abuela, la reina Gosvinta, esposa de Atanagildo y posteriormente de Leovigildo, quien acabaría sus longevos días oscuramente tras participar en una conspiración arriana contra su hijastro Recaredo.
Para qué queremos Juego de Tronos, teniendo el apasionante reino godo de Toledo.