Doble pandemia para la mujer

Leticia G. Colao
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El 2020 no solo ha sido un «año perdido» en lo que a planes de igualdad se refiere sino que ha supuesto un «retroceso» en los derechos ya conseguidos. Las mujeres han asumido más carga de trabajo y cuidados sin valoración social ni económica.

Doble pandemia para la mujer - Foto: Manu Reino

Todas las brechas de desigualdad entre hombres y mujeres se han profundizado con la pandemia, desde la salarial, a la del desempleo o la precariedad laboral. Es una de las principales conclusiones de una pandemia que aún no ha finalizado y que tiene en las mujeres a sus grandes damnificadas.

Así lo pone de manifiesto la decana de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Castilla-La Mancha en Talavera, Juana María Serrano. La crisis del Covid ha puesto de relieve la importancia que tiene el trabajo de ‘cuidados’, el del sector de la limpieza, o el sanitario, desarrollado principalmente por mujeres. La alta demanda de trabajo en los centros hospitalarios, en las residencias de mayores, la atención en los supermercados o la necesidad de dar atención a los niños y niñas que no podían asistir al colegio, entre otras realidades, «han demostrado que estos trabajos, que tanta precariedad sufren en nuestro mercado laboral han sido los que más han contribuido a salir de esa situación». En este sentido, considera que la pandemia ha visibilizado y ha puesto en su lugar a estos sectores tan feminizados «y nos debería obligar a repensar como sociedad, las condiciones en las que se debería desarrollar».

Así lo reconoce igualmente un informe sobre el Impacto de Género del Covid-19 publicado por el Instituto de la Mujer, donde indica que las mujeres representan el 70% del personal sanitario a nivel mundial, el sector más golpeado por la pandemia, debido principalmente a la falta de personal, el incremento de la carga laboral y horaria, la sobreexposición al virus y la escasez de material.

En el último año también se ha generalizado o extendido una nueva forma de trabajar. El teletrabajo  permite reflexionar sobre las ventajas que ha supuesto, entre ellas para el medio ambiente porque evita desplazamientos y reduce la contaminación, y para las familias, porque ayuda en la conciliación de la vida familiar y laboral. Pero también ha tenido repercusiones negativas que afectan más, nuevamente, a las mujeres, como las jornadas de teletrabajo combinadas con cuidados de menores o mayores dependientes, suponiendo un «retroceso» para las mujeres y un aumento del estrés diario.

La crisis provocada por el coronavirus ha demostrado que el tradicional rol de cuidadoras sigue estando presente en gran parte de los núcleos familiares, y muchas se han visto obligadas a abandonar sus puestos de trabajo debido al cierre de los centros escolares y la excesiva carga de las tareas del hogar. Desde la perspectiva de género la mujer ha quedado más sobrecargada que nunca de trabajo y responsabilidad, sin valoración social y mucho menos económica.

Como curiosidad aunque muy representativa, un estudio de la London School of Economics recoge que las madres debieron improvisar no solo el tiempo sino también el espacio en el que trabajar en casa durante el confinamiento, mientras que los despachos eran para los padres, evidenciando que el trabajo del hombre sigue siendo al que se otorga mayor prioridad.

La decana de Ciencias Sociales explica que sólo desde una regulación adecuada del teletrabajo se pueden evitar retrocesos en derechos, ya no sólo de las mujeres sino también de los hombres. En su opinión, el Gobierno ha legislado sobre el teletrabajo como nueva forma de prestación de servicios que se ha generalizado, aunque no está todo hecho. «Que la ley lo haya regulado no quiere decir que la sociedad -mujeres y hombres- lo hayan interiorizado y hayan entendido al teletrabajo como una forma de trabajo más que requiere ser entendida como tal, y que no se llegue a una ‘teleconciliación’».

Así, 2020 ha sido un año perdido en lo que al desarrollo de planes de igualdad se refiere y es más, un retroceso en los derechos ya conseguidos.

Y en retroceso, ninguno mayor que la lacra de la violencia de género. Con el confinamiento, las mujeres víctimas se vieron obligadas a convivir más estrechamente con sus agresores, encerradas en casas que en realidad eran cárceles, y con una convivencia que se enquistaba y finalizaba en conflicto y agresión.

Igualdad real. En las jornadas ‘Igualdad entre sexos, una reivindicación urgente’ que la UCLM en Talavera celebraba la pasada semana, se defendía que la igualdad de género es un principio constitucional, pero no basta decretar la igualdad en la ley si en la realidad no es un hecho. En esta línea, Serrano puntualiza que la igualdad que recoge la Constitución en su artículo 14 «no es dar a todos lo mismo, sino atender de forma diferente al que lo necesite para garantizar que todos y todas tenemos las mismas oportunidades». Con esto, añade, queda claro que los poderes públicos están obligados a que sus ciudadanos y ciudadanas disfruten de la igualdad de trato y de oportunidades y en la realización de ese principio juega un papel fundamental la Ley Orgánica de Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres de 2007 que abarca y regula la igualdad en todos los ámbitos de la vida: socio-económica, laboral, educativa, cultural, etc. Con ella, «se desarrolla por primera vez en la historia, la obligación de las empresas de trabajar por la Igualdad en sus espacios de trabajo a través de la negociación de planes de igualdad, los cuales han empezado a ser una realidad en este país hace unos años».

Otro puntal para la igualdad del presente y del futuro, será la educación desde los más pequeños. La ‘educación en igualdad’ es la gran asignatura pendiente de nuestro sistema educativo, la educación desde la base, la que formará a los niños en valores, como la igualdad entre sexos y por razón de género, «con lo que podremos ir derrocando la cultura patriarcal en la que estamos inmersos», dijo.

Con todo, son «necesarias y legales las acciones positivas» hacia las mujeres en las medidas de recuperación y respuesta a la Covid-19, y siempre, «mientras no consigamos eliminar las situaciones de desigualdad y discriminación que sufren las mujeres».