Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


La tumba de Alonso de Ercilla

11/01/2023

Si uno va a Ocaña, es imprescindible visitar la tumba del gran Alonso de Ercilla y Zúñiga, el poeta-soldado autor de La Araucana, sin duda una de las mejores obras épicas en verso de la literatura universal. Alonso de Ercilla falleció en Madrid en 1594, pero sus restos reposan en el Convento de San José de las carmelitas descalzas de Ocaña, junto con los de su mujer, María Bazán y los de su hermana, Magdalena de Zúñiga, por ser los fundadores de ese convento. Restos que estuvieron varios siglos en un nicho entre dos bóvedas del coro bajo del monasterio y que en la actualidad se hayan en la iglesia anexa al convento, donde se trasladaron en el año 1961.
Sus huesos ya se habían sacado de la sepultura en el año 1869 para cumplir con el proyecto de las Cortes Constituyentes de hacer un Panteón Nacional de españoles ilustres en la Iglesia madrileña de San Francisco el Grande, hacia donde se llevaron los restos de buena parte de las grandes figuras del país con no pocos conflictos y polémicas que malograrían la idea. Ocaña cedió sólo el cráneo de Ercilla, que, fracasado el proyecto del Panteón Nacional, fue devuelto al pueblo en 1877. Pero ya no reintegraron el cráneo, metido en una urna, al nicho con los demás restos de donde lo habían sacado, lo colocaron en una mesita de la capilla del coro junto con un busto de Ercilla. La urna con el craneo desapareció en la Guerra Civil.
En 1961, con motivo de un gran homenaje que Chile hace al autor de La Araucana, se abrió de nuevo su primitivo enterramiento, después de los oportunos permisos del Arzobispado de Toledo. El forense reconoció los restos y sacó parte de ellos, los que consideró que eran del poeta, ya que en el mismo sepulcro, como dije, estaban los de su mujer y de su hermana, fueron depositaron en una arqueta de zinc, madera y terciopelo rojo, adornada con cintas de los colores de la bandera de Chile y España, trasladada por autoridades políticas y académicas chilenas y españolas, se empotró en un muro de la Iglesia y se colocó una lauda en bronce esculpida por el escultor hervasense Enrique Pérez Comendador con  la figura del gran poeta Alonso de Ercilla y Zúñiga, ahora olvidado en los textos escolares, que consideraba que «las honras consisten no en tenerlas, sino en sólo arribar a merecerlas».