Emocionados por el reconocimiento después de cinco años

J. Monroy
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No eran conscientes los cuatro componentes originales de Hojablanca de la labor cultural que han hecho en la ciudad, hasta que se lo han recordado tantas personas

Emocionados por el reconocimiento después de cinco años - Foto: David Pérez

Fue un referente no solo de la lectura, sino de la cultura en general de Toledo. Antes de que abrieran la Biblioteca de Castilla-La Mancha y otras entidades que vienen haciendo actividades, era una librería, Hojablanca, la que acogía tantas y tantas presentaciones de libros o actos culturales en general en Toledo. Una labor que ha sido premiada por la ciudad haciendo Ciudadanos de Honor a sus cuatro fundadores, Demetrio Pérez-Grueso y las hermanas Petri, Milagros y Pilar Díaz Ropero, en los actos de San Ildefonso de ayer.

Hojablanca nació el día de la lotería de navidad de 1989 en un pequeño local bajo rasante. Pilar y Petri habían trabajado antes en otra librería en la misma calle, Fuenteovejuna, propiedad de una sociedad cultural, que terminó cerrando. Con Demetrio y Julio, que gestionaban la Librería Universitaria, decidieron abrir un nuevo negocio, «porque no había espacios».

«Nos habían gustado los libros y el enfoque que tenía Fuenteovejuna de no dedicarse solo a la venta de libros, sino a realizar actividades, así que decidimos montar Hojablanca», recuerda Petri. Y eso que por aquel entonces en el Casco había varias librerías, como Gómez Menor, Tiempo o Balaguer, entre otras, amén de varias papelerías con venta de libros.

En aquella primera etapa en la calle de la Fe tan solo estuvieron Pilar y Petri. Hasta que en 2002 se trasladaron a Martín Gamero, y también entraron a trabajar Milagros y Demetrio. Allí estuvieron los cuatro, hasta que vendieron la librería en 2018, un tanto «faltos de energía». Se vieron un tanto «estancados» cuando llegó una oferta interesante y con ganas para dar un aire nuevo al negocio.

Petri recuerda que en los primeros años de Hojablanca no había casi otros sitios para hacer presentaciones de libros o actos culturales, de forma que autores y editoriales recurrían a ellos. Y así fue forjándose en Toledo una vida cultural, primero en un pequeño sótano de 60 metros, y más tarde ya en unas mejores instalaciones Martín Gamero. Allí ya surgió un grupo importante de gente que se reunía para sus actividades y sus reuniones. Plena Inclusión también hizo allí sus talleres de lectura. Así comenzó una dinámica en la ciudad.

«Yo personalmente no he sido consciente hasta ahora que la gente me lo dice», reconoce Petri. Los niños pequeños que allí acudían al principio y que han vuelto con sus hijos se acercaron al cierre de la librería a contarles sus recuerdos. Gracias a quienes ellos, y otras tantas personas que les han recordado sus experiencias, los cuatro componentes originales de Hojablanca se han dado cuenta de lo que supuso su trabajo en la librería, «porque está en la memoria de la gente, y eso es emocionante».

Todo ese reconocimiento ha tenido su punto culminante con el reconocimiento en el día de ayer. «Es emocionante, porque es un premio que te da la ciudad», explica Díaz Ropero. Cierto es que anteriormente recibieron premios por parte de la Cámara o de la Real Fundación, igual de emocionantes, «pero este es el que te da la ciudad, y que después de cinco años todavía te recuerden y te lo reconozcan es emocionante».