Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


La mala baba

28/10/2022

Echaron en La Clave, a finales de los setenta o principios de los ochenta, una película que me llamó ya entonces la atención. Era El manantial, de King Vidor, en la que trabajaban Gary Cooper y, sobre todo, Patricia Neal. Recuerdo de aquella vez y de las posteriores, el inicio, la cantera, la tensión sexual entre los protagonistas. La vi la última vez en uno de los programas de Garci. Me quedo para hoy con una escena en la que el pérfido crítico de arquitectura Ellsworth Toohey, uno de los que realmente maneja los hilos en la ciudad, le pregunta al arquitecto Howard Roark/Gary Cooper, que qué piensa sobre él, que le ha mandado al paro, que no le permite trabajar en la ciudad, que se la ha cerrado, que mediocres e incompetentes hacen el trabajo que él debería estar haciendo... Le pide que se desahogue, que le diga que qué piensa de él… pero Roark le dice, simplemente, que no piensa en él.
No piensas en los miserables, no son nada, pero en paisajes ya tan ralos, despoblados y donde todos nos conocemos como ocurre en los territorios de este soporífero medio oeste, de vez en cuando das sin querer con alguno de ellos. Más que el conocimiento de años, al miserable, al mala baba, se le reconoce en seguida, independientemente de las señales que dejó escritas Cela. Uno anda en el cielo a lo suyo, con las grullas y milanos reales que llegan, con las avefrías, leyendo a Oscar Tusquets y buscando obras de Edwin Lutyens, y, te descuidas un momento y zas… das con él. Porque al miserable la mala baba le rezuma, huele de lejos. Le gusta moverse entre la bajura y el bajonazo. Se regodea en el insulto, la insinuación, la reverencia al poder y el caciquismo de toda la vida. Como buena hiena, mantiene su cohorte de reidores y hacedores, que recogen y cosechan de aquí y de allá. Lo de costumbre, vamos. Y es que siempre hay y habrá categorías. La elegancia y la nobleza nunca son lo suyo. Faltaría más.
Lo bueno de vivir siempre mirando al cielo es que te pierdes ese paisaje de mediocridades absolutas. No piensas en el miserable. Está. Es. Como las mierdas de los perros que tapizan las calles. Sólo tienes que tener cuidado de no pisarlas, y que te dejen perdido hasta que te puedas limpiar. Al final en El manantial, Patricia Neal/ Dominique Francon sube en el montacargas del rascacielos infinito que Howard Roark construye en Nueva York y desde el que se divisa medio mundo. Allí arriba, en lo más alto, él la espera.

ARCHIVADO EN: Arquitectura, Nueva York