Editorial

Margen de mejora en la nueva amistad hispano-gala

-

La cumbre hispano-francesa celebrada ayer en Barcelona ha alumbrado un nuevo acuerdo de amistad entre ambos países que equipara a España con las relaciones privilegiadas que mantiene el vecino galo con Alemania e Italia. Con el ciclo electoral ya en plena actividad, el Gobierno español ha querido fijar la cita en Barcelona para simbolizar una normalidad en Cataluña que, a tenor de lo oído a los dirigentes de los partidos independentistas en los últimos días, es más un deseo que una realidad, por más que el nivel de enfrentamiento no sea como el de 2017. No es una casualidad que esa presunta tranquilidad sea el argumento esgrimido por el Ejecutivo para justificar sus últimas y polémicas decisiones de reformar del Código Penal.

Superados los antagonismos de los años 80 del siglo pasado, hoy las fricciones entre ambos estados son puntuales -aunque significativas- y los vínculos se han visto reforzados por las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania y la necesidad de encontrar un nuevo liderazgo en el proyecto europeo ante la renuncia de Alemania a encabezarlo.

En ambas cuestiones, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y el jefe del Estado francés, Enmanuel Macron, mostraron ayer gran sintonía y abogaron por coordinar sus posiciones para elaborar una respuesta europea ante los grandes asuntos que deberá abordar el Viejo Continente en los próximos meses. Así, Francia consiguió de España el apoyo para que las instituciones comunitarias hagan frente a la política estadounidense de ayudas a la industria que amenaza con desplazar las inversiones en los sectores de futuro al otro lado del Atlántico. También, ambos mandatarios acordaron alinear sus intereses en la próxima reforma del mercado eléctrico europeo, sin que Macron, de forma expresa, haya respaldado la idea española de mantener el tope de gas hasta 2024.

La afinidad mostrada no debe sorprender ni llevar a engaño. Estas cumbres están diseñadas como un ceremonial para exhibir complicidades, relaciones y amistades. Son el mejor espejo de la vertiente hipócrita de las relaciones diplomáticas, ocultando cualquier diferencia que pueda ensombrecer la pompa con la que los gobernantes exhiben el espectáculo del poder. Frente a ello, cada país defiende, generalmente de forma poco moral, sus propios intereses y en este caso, la relación hispano gala permanece claramente desequilibrada a favor de los intereses franceses. La oposición frontal a la conexión de los gasoductos españoles a la red centroeuropea, incluso en un contexto de riesgo de abastecimiento; el retraso deliberado de las interconexiones eléctricas para proteger a su industria nuclear; la soledad de Madrid ante las presiones y reclamaciones marroquíes; el cierre injustificado de nueve puestos fronterizos, o las dificultades que aún hoy experimenta la producción agroalimentaria nacional ponen de manifiesto que, pese al enorme camino avanzado, la amistad entre ambos socios tiene margen de mejora.