Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


Damian

14/05/2021

Hay artículos que no se deberían escribir. Que no se pueden escribir. Yo al menos no puedo. Damian Martin falleció el pasado domingo. Damian era mi amigo, y una de las personas más inteligentes y conscientes de su momento y tiempo que he conocido. La noticia me llegó en la linde de Balsamaña, camino de Castillo de Bayuela, territorio maravilloso que tantas veces había disfrutado en sus caminos, paisajes y enorme riqueza natural.
Conocí a Damian, y a su maravillosa esposa Soledad -mi compañera después en los trabajos de la Plataforma y la Red del Tajo– allá a mediados de los años ochenta. Nos unía la afición por la naturaleza, más allá de por los pájaros, quizá por esa capacidad de ver y observar, de ser conscientes de lo inmensamente afortunados que hemos sido por leer el libro grandioso de nuestro entorno, apreciarlo y disfrutarlo. Pero no era sólo eso. Al menos para mí Damian era, es y será un hombre elegante, ese carácter británico que le permitía no enredarse con absurdos barroquismos, ir al grano, conocedor del valor justo de las cosas, su relativa trascendencia, y dónde residía lo importante de la vida. Damian transmitía lecciones de saber vivir, estar y aprovechar el tiempo, con una ironía que iba siempre mucho más allá de su sonrisa perenne. Su carácter, su estoicismo, me hacían relativizar la velocidad de la vida, esa que una y otra vez intenta impedir que agarremos con fuerza las cosas importantes que pasan a nuestro lado.
Me quedo con su elegancia, con su carácter, con su mirada lejana, la misma que han heredado sus dos hijos. Me quedo con tantos momentos y conversaciones, que deberían haber sido más. Cuando hablábamos de las imperiales que cazan detrás de nuestra casa, del paso de las grullas, de la llegada del ruiseñor, el mismo que este año canta sin que puedas escucharlo... Recuerdo nuestra última conversación, sobre la que luego estuve meditando muchos días, sobre lo importante que es que hagamos lo que consideramos correcto… Damian deja una huella muy profunda, no sólo en los caminos que recorría descalzo, como para sentir más cerca la tierra; sino en quienes le conocimos, Le recuerdo mientras escribo cantando Grândola, Villa Morena con su clase de portugués en la Escuela de idiomas, o en las actuaciones del coro. La vida es avanzar, aprender, mostrar con el ejemplo.
Acabo de escribir, quería contar más cosas, pero ni puedo, y quizá tampoco quiera. Lo releo una sola vez, y me parece mentira. La vida es una gran hija de puta, con la vizcaína siempre al acecho. Desde que te fuiste, Damian, la Sierra es un pasar de nubes bajas arrastradas por el viento del oeste. Este otoño las grullas preguntarán por ti a su vuelta. Habrá que decirles que te has ido. Aunque es mentira, porque siempre estarás cada vez que observe a las águilas, recorra los caminos de barro, o piense que habría hecho Damian ante esto o lo otro. Hasta siempre, amigo.