Esther Durán

Serendipias

Esther Durán


Adiós, naturaleza; hola, pasta.

31/03/2023

Charlando con amigos sobre mi aparición en este preciado espacio, les comentaba que, a veces, lo complicado es encontrar un tema que te motive a escribir con fruición. Respondían que lo bueno es que siempre hay asuntos sobre los que opinar. Y tenían razón, la información nos bombardea más que nunca y nuestras ideas, intereses, experiencias, circunstancias (yo soy yo y…) nos abocan hacia una u otra postura. Prueba de ello es el tema estrella que desde el miércoles se ha convertido en debate nacional.

No cabe duda de que hay imágenes más poderosas que millones de palabras. Quizás ahí radica el quid de esta cuestión ética que se ha planteado a golpe de portada del corazón. La imagen es, digamos, llamativa. Una mujer de las que ya no cumplen treinta pero parecen conservar el elixir de la juventud, vestida de blanco inmaculado, sale sentada en silla de ruedas de un hospital mientras acuna a un bebé. Y la palabra madre, al lado, bien grande.
Enseguida supe que iba a ser más criticada que otros que lo habían hecho antes como Miguel Bosé, Ricky Martin, Javier Cámara, o el súper ídolo Cristiano Ronaldo… porque a una madre siempre se le exige más que a un padre, se espera más. Ella, mujer, sí tendría que haber pensado en su edad, y estoy absolutamente de acuerdo, pero el amante bandido y otros tampoco estaban en la mejor edad para adentrarse en la aventura paternal, precisamente. Hace poco leí que Marc Anthony, con 54 tacos, espera su séptimo hijo. Ni palabra de su edad. Miren un titular de cualquier famosa embarazada, no falta el numerito. Pero este tema lo dejamos para otro día.
Vamos al meollo. Yo no puedo tener más clara mi postura: un bebé no se compra; un cuerpo no se alquila; un vientre no se vende. Cuando vi la imagen pensé en la madre que parió a esa niña, en lo jodida que está una después de dar a luz y en que solo tu bebé es capaz de sanar el sufrimiento físico y mental que suele venir después. Ella, sola. Vete a saber sus circunstancias. Y esa niña, que de golpe deja de oír el corazón que la venía acompañando cada minuto de su existencia, el olor que todo recién nacido reconoce en su madre, esfumado y sustituido por un perfume caro; adiós naturaleza, hola pasta. ¿Y mañana? Crónica de una orfandad anunciada; una joven preguntándose por qué a una la venden, por qué a una la compran. Aberrante y doloroso.
Podría escribir hasta el infinito sobre este asunto pero hay algo que resume por qué no podemos permitir que las vidas sean mercancía, por mucho deseo que haya, por mucho acuerdo, por mucha necesidad: la maternidad y la paternidad no son un derecho, son una responsabilidad y, desgraciadamente, a veces un privilegio que otorga la naturaleza, nunca un talonario.