Sinopsis oficial
Basada en el libro homónimo, El olvido que seremos es una película sobre Héctor Abad Gómez, destacado médico y activista por los derechos humanos en el Medellín polarizado y violento de los años 70. La historia relata la vida del doctor, padre de familia preocupado tanto por sus hijos como por los niños de clases menos favorecidas. En la familia Abad se respira la vitalidad y la creatividad características de una educación fundamentada en la tolerancia y el amor
La crítica -
Por Juana Samanes
Casi veinte años le costó al colombiano Héctor Abad Faciolince escribir el libro El olvido que seremos, en el que está basado este largometraje, porque tardó dos décadas en asimilar el asesinato brutal y arbitrario de su padre, el médico Héctor Abad Gómez, destacado médico y activista por los derechos humanos en el Medellín violento de los años 70 del pasado siglo XX. Es, sobre todo, una carta de amor filial. El director español Fernando Trueba ha cambiado totalmente de registro en relación a trabajos anteriores, de tal forma que no es la mejor pero sí su película más emotiva.
La cinta narra 25 años de la vida de este doctor, padre de familia numerosa, preocupado por sus seres queridos pero también por otras personas de las capas más desfavorecidas de la sociedad colombiana. Firme defensor de las vacunas, y de la medicina preventiva, no dudaba en implicar a sus propios hijos en aquellas campañas que creía necesarias. Una de la frases que mejor definen su pensamiento fue “Ningún problema es solo de los demás”. Tampoco se callaba ante sus vástagos en defender su ateísmo militante, a pesar de que era respetuoso con los creyentes.
La cantidad de detalles que encierra la obra literaria hizo que el trabajo del guionista de la película, David Trueba, sea elogiable es cierto que la película se alarga innecesariamente, sobre todo en escenas domésticas, pero ello puede deberse a que tanto David como Fernando se enamoraron del “personaje” y quisieron aportar los mayores datos posibles para describir su categoría humana, de ahí que hablemos de una película que supera las dos horas de metraje. Uno de los más emocionantes el mazazo que sufrió la familia: la muerte en la adolescencia de una de las hijas, que supuso un antes y un después en la vida de Héctor padre.
Rodada en blanco y negro y color, según decisión del propio director, el filme es un excelente retrato de la Colombia polarizada de los años 70 y 80, donde el peligro se encontraba tanto en los narcotraficantes, que campaban a su antojo, como de los grupos paramilitares.
Goya a la mejor película iberoamericana de este año, el español Javier Cámara encarna de forma admirable al protagonista, bien respaldado por un elenco de actores colombianos.