Está presente en las altas esferas del entramado de la moda desde hace varios años, pero el término lujo silencioso resuena ahora con fuerza como uno de los conceptos claves que dictan tendencias además de entre el elitismo, también en firmas accesibles que imitan sus patrones estéticos: fuera logos y dentro sobriedad.
Si la prestigiosa editora de moda Diana Vreeland convirtió en célebre su frase «el ojo debe viajar», el lujo silencioso lo confirma con una de sus máximas: que sus prendas sean reconocidas únicamente por expertos en moda y pasen desapercibidas por los demás, dejando atrás momentos en los que la moda se regía por la logomanía. El minimalismo que caracterizaba la década de los 90 con líneas puras, depuradas y de aspecto desenfadado -y casi descuidado- impulsado por firmas como Helmut Lang o Issey Miyake nutre, a nivel visual, esta tendencia en auge que se caracteriza por buscar la excelencia en las materias primas y la ausencia total de logos.
Un concepto destinado a la moda más elitista que en los últimos meses se ha tornado en un secreto a voces en el sector, y los últimos informes oficiales de análisis de tendencias arrojan cifras que lo confirman, con un 54 por ciento menos de logos en las colecciones de las semanas de pasarelas en este 2023 frente al pasado 2022.
Las gemelas Mary Kate y Ashley Olsen, conocidas por sus interpretaciones en la pantalla en los años 90, dejaron atrás esta faceta televisiva desde hace casi dos décadas, cuando en 2006 lanzaron su firma, The Row, caracterizada por este tipo de estética de la que actualmente son embajadoras.
Sus apariciones captadas por la prensa luciendo piezas holgadas, sobrias y, hasta a veces de aire descuidado -pese a los miles de euros tras cada estilismo-, valieron a las gemelas no solo la creación del término neogrunge, que las posicionó como iconos de estilo, sino como caldo de cultivo de una tendencia de la que son hoy precursoras.
Del lujo ya no tan silencioso son emblema las prendas de cashmere de Loro Piana elaboradas en Italia a partir de las materias primas que consideran «las mejores del mundo» tras largos procesos de control de calidad, la firma Ann Demeulemeester con prendas monocolor o modelos clásicos y reconocibles como los abrigos de MaxMara.
Resuena con fuerza en el panorama del lujo silencioso el nombre de Brunello Cucinelli, accionista de la histórica fábrica de hilado Cariggi Lanificio, una de las mejores del mundo y de la que hace tan solo dos semanas y alentada por este movimiento en auge, también se sumaba como inversora la firma Chanel.
Debate abierto
Desde las camisetas básicas de Cucinelli, que rozan los 500 euros, a prendas de estética casual como leggins y piezas de chándal que con su apariencia de ropa deportiva lucen etiquetas de precios que llegan a los 2.000 euros, como es el caso de la última apuesta de Hermés, que amplía sus líneas a este tipo de prendas deportivas.
Este debate, ahora y más allá de los precios desorbitados tras prendas aparentemente sencillas, está en un concepto que, si bien comenzó como un secreto destinado a la clase alta para poder identificar este grupo de pertenencia, se incrementa en la industria de la moda y llega no solo a las pasarelas más prestigiosas, sino también a la calle y, por tanto, al low cost.
En los catálogos y editoriales de firmas de precios accesibles como las del gigante Inditex o la cadena H&M, la estética emula la del lujo silencioso, mientras que las redes sociales destinadas a la inspiración visual como Pinterest hacen de esta tendencia de básicos a precio desmedido una de las más buscadas como argumento para replicar en estilismos mucho más accesibles.