Todo vuelve a comenzar

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Muchos toledanos se acercaron ayer a la catedral para participar en la fiesta que anuncia la entrada de Jesús en Jerusalén y que da inicio a la Semana de Pasión, muerte y resurrección

La Catedral Primada de Toledo volvió ayer a servir de escenario para una celebración espléndida del Domingo de Ramos que conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén a lomos de un pollino escoltado por la población que portaba ramos de olivo y palmas que han quedado como símbolo de la fiesta. En la bendición, el arzobispo, Braulio Rodríguez, leyó el Evangelio de San Mateo que narra el acontecimiento mientras que para la misa la lectura fue el pasaje de la Pasión escrito por San Marcos.

Minutos antes de las once entraba en la catedral el cortejo civil, con el delegado del Gobierno y toda la Corporación municipal. Un poco más tarde se incorporaban la presidenta de Castilla-La Mancha y el presidente de las Cortes regionales.

A tiempo para que a las once en punto se pusiera en marcha la salida desde la sacristía hasta la Puerta del Reloj donde los toledanos esperaban para la bendición de los ramos que don Braulio realizó con agua bendecida y un manojo de romero.

En seguida arrancó la procesión que rodea la Catedral subiendo la Sierpe, torciendo en Cuatro Calles hacia Hombre de Palo, enfilando Arco de Palacio y volviendo a entrar en el templo por la Puerta Llana. El recorrido estuvo acompañado por los cánticos de gloria al Señor por parte de los seises y seminaristas.

A las once y media daba inicio la Eucaristía con una buena afluencia de fieles que pudieron seguir la ceremonia que se desarrollaba en el Altar Mayor más fácilmente a través de los monitores de televisión. Una misa cantada en la que el arzobispo dedicó su homilía a reflexionar sobre el misterio de la Pasión, muerte y resurrección del Hijo de Dios que vino a redimir a los hombres del pecado.

Con especial dedicatoria a los enfermos, los mayores y todas las personas que atraviesan por «una situación compleja», don Braulio subraya que la Semana Santa es la fiesta más esperada por la Iglesia porque es «el punto desde el que todo vuelve a comenzar».

«Necesitamos la Pascua para alimentarnos de la sangre preciosa de Cristo. Hoy sentimos el ardiente deseo de amar al Señor».

«Dios Padre instituyó la Pascua. Entregó al Hijo para nuestra redención, este sagrado misterio» que conduce a la «alegría de la salvación» con la muerte y resurrección de Jesús.

Sin embargo el arzobispo recuerda que no hay un tiempo limitado para expresar ese deseo de Dios y exhorta a la oración, a la celebración, la confesión y a dejarse amar guiados por el espíritu que trasciende a partir de esta arranque de la Semana Santa con la llegada triunfal de Jesús a la ciudad santa.