Multitudinaria Buena Muerte

J. Monroy | TOLEDO
-

El Vía Crucis por Toledo y sus zonas conventuales se desarrolló este año proseguido por una marabunta silenciosa y respetuosa

Multitudinaria Buena Muerte - Foto: Yolanda Redondo

jmonroy@diariolatribuna.com

Momentos antes de la una de la madrugada del sábado comenzó a chispear. Fue un amago de lluvia que concluyó apenas había comenzado, pero que hizo temer a las cientos de personas que se acumulaban a las puertas de San Juan de los Reyes que el Cristo de la Buena Muerte no saliera a procesionar este año por las calles del Casco, sino que lo hiciera por el interior del monasterio. Nada más lejos de la realidad. El Vía Crucis se desarrolló con total normalidad, proseguido de un multitudinario séquito silencioso que recorrió prácticamente todo el centro histórico de Toledo y sus zonas conventuales.

La procesión del Cristo de la Buena Muerte comenzó, por lo tanto, con completa puntualidad bajo redoble de tambor. Por segundo año consecutivo, estuvo ausente la Escuadra de Gastadores de la Academia de Infantería, que solía abrir el paso. Había una enorme expectación a las puertas de San Juan de los Reyes, y sobre todo gente muy joven, incluso niños, tanto dentro de la procesión, como entre los que la observaron con respeto.

Al ritmo regular, abrió la procesión una luz iluminada con los versos de José María Pemán «oye la voz que te advierte que todo es ilusión menos la muerte». Después, un elevado número de cofrades del Cristo de la Buena Muerte, con hábito y capucha franciscanos, con cordón blanco y un crucifijo al cuello. Todos ellos llevaban sus faroles en la mano.

Cuatro cofrades portaban al Cristo reclinado, casi tumbados. Dos de ellos lo agarraban desde la parte inferior de la cruz, y otros dos la apoyaron sobre sus hombros.

Catorce estaciones. Inmediatamente después de salir de San Juan de los Reyes, la procesión y su enorme séquito entraron en la Judería por Reyes Católicos, para dirigirse a la primera estación, en la calle del Ángel. La segunda estación solía desarrollarse ante el Cristo situado en Santo Tomé. La imagen estuvo ausente, pero el rezo se realizó de igual manera que en ocasiones anteriores. Al final de la calle, en El Salvador, se desarrolló la tercera estación. El silencio y el paso iluminado por los faroles continuó por la calle Ciudad, callejón de Santa Úrsula, calle Santa Úrsula, y la travesía de Santa Isabel, hasta el convento de Santa Isabel, donde se desarrolla cada año una cuarta estación muy emotiva. De retorno a la plaza del Ayuntamiento, en la quinta estación, el Cristo de la Buena Muerte es una de las imágenes más fotografiadas de la Semana Santa. Se trata de una talla de madera policromada del toledano Marino Guerrero Corrales fechada hacia 1972. Este quiso plasmar en una imagen tumbada de 1,20 metros la crudeza de la muerte después de tanto dolor.

Luego la procesión prosiguió por  Arco de Palacio (sexta estación), Nuncio Viejo, plaza Amador de los Ríos (séptima estación), Navarro Ledesma, plaza de Tendillas, Instituto (octava estación), Cardenal Lorenzana, plaza de San Vicente, callejón del Abogado, calle de Santa Clara, plaza Santa Clara y convento de Santa Clara  (novena estación). Después la procesión gana espectacularidad al atravesar en silencio los cobertizos. Atraviesa la plaza de Santa Clara, cobertizo de Santa Clara, cobertizo de Santo Domingo, plaza de Santo Domingo El Real, (décima estación), Buzones, calle de la Merced, Plaza de la Merced, (undécima estación), calle Real (duodécima estación), puerta del Cambrón, (décimo tercera estación), y retorna por la calle Reyes Católicos, hasta la iglesia del monasterio de San Juan de los Reyes, donde en el interior de la Iglesia se celebrará la última estación.