La noche que Cruz decidió nacer en casa

Nieves Sánchez / Ciudad Real
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Quince días antes de lo esperado y de madrugada, Isabel Montalvo empezó a sentir dolores de parto. Una hora después, estaba alumbrando a su hija en un baño de apenas 3 m2 y con la única ayuda de su marido

Francisco Galindo tuvo que explicar varias veces por teléfono lo que estaba pasando: «¡A ver, que necesitamos asistencia en casa porque mi mujer acaba de dar a luz en el baño y está sentada en la taza con nuestra hija en brazos!». Diez minutos después un médico, dos enfermeras y un auxiliar del Sescam entraban atónitos por la puerta de su piso en la calle Paz de Ciudad Real. Eran las 4:45 horas de la madrugada del 20 de julio y la pequeña Cruz había decidido adelantar unas dos semanas su llegada al mundo, para nacer repentinamente en la intimidad de su casa sólo con la ayuda de las manos protectoras de sus padres. Sin ningún tipo de asistencia médica y de la manera más rápida y natural, Isabel Montalvo, de 32 años, acababa de parir a su primera hija en el suelo de un cuarto de baño de apenas tres metros cuadrados.

Ha pasado un mes y diez días y Francisco e Isabel relatan por enésima vez su historia. Sentados en el sofá de su salón, con la pequeña Cruz en los brazos de su madre, esta joven pareja recompone las piezas del momento más importante de sus vidas, cuando parte del castillo de deseos y decisiones que habían construido durante casi nueve meses se desmoronó. «Yo quería un parto natural, sin epidural, y había leído mucho sobre ello ¡Pero en el hospital! No nos habíamos planteado ni por asomo tener a la niña en casa porque nos daba miedo por si pasaba algo», comenta la joven ciudadrealeña, ahora «feliz» por la forma tan especial en la que Cruz llegó a sus vidas.

A las tres de la mañana, Isabel empezó con dolores de parto. «Me levanté pensando que sería una falsa alarma por eso que dicen de que las primerizas se retrasan y no quise que Paco se levantara, imaginé que iba para largo», cuenta. Una hora después de dar vueltas por el piso aguantando las contracciones «por no ir tan pronto al hospital», Francisco escuchó la intensa respiración de su mujer. «Me levanté y le dije que nos íbamos a Urgencias y ella me explicó que no era normal que tuviera ganas de empujar y que notaba que algo se deslizaba, la examiné y fue cuando vi el pelito negro ¡Estaba saliendo la cabecita!», recuerda Francisco todavía con un nudo en el estómago. «En ese momento sólo se me ocurrió decirle que cómo había esperado tanto, pero eran las cuatro y a la una de la mañana estábamos en una terraza tomándonos un helado. Realmente no había pasado tiempo», dice todavía alucinado por cómo ocurrió todo.

Al ver la cabeza ya coronando, Francisco sólo atinó a pedir a su mujer que esperara mientras llamaba al 112. «Nervioso, agarré el móvil y cuando regresé al baño no me dio tiempo a nada más, en la siguiente contracción el cuerpo salió». Cruz, con sus 3,2 kilos de peso, llegó al mundo al mismo tiempo que salía el líquido amniótico que la protegía en su bolsa, ante la mirada desencajada de su padre y protegida por las manos de su madre, que instintivamente se había colocado en cuclillas para recibirla. Fue entonces, después de taparlas con una manta, cuando Francisco hizo la llamada a los sanitarios del 112, que no daban crédito.

Lo más duro.

Ambos coinciden en su relato en cuál fue el instante más difícil de aquella calurosa noche de julio. «Los dos segundos que tardó en llorar fueron horribles. Por la mente se me pasó de todo, fueron dos segundos en los que la vida se detuvo y, entonces, rompió a llorar», rememora Isabel buscando la mirada cómplice de su compañero. «La llevé a mi pecho conectada a mí todavía por el cordón umbilical y me invadió una felicidad que no puedo describir. Hasta que llegaron los sanitarios, fueron los diez minutos más felices de mi vida. Estábamos los tres solos, en nuestra casa, en silencio y sin nadie más».

Pero la magia se rompió de manera necesaria. Entraron los sanitarios, cortaron el cordón, tumbaron a madre e hija en la cama y empezaron a pedir toallas al padre, que iba y venía por el piso convertido en un campo de batalla. «Cuando llegaron yo pensé que me caía redondo, fue cuando me dio el bajón, mientras las enfermeras se hacían selfies con la niña y con Isa porque decían que hacía muchos años que no asistían un caso así», ríe Francisco.

Después de poner la vía a la madre, limpiar a la niña y comprobar que todo estaba bien, a las 5:30 horas la pareja, con su canastilla a medio preparar, salió en ambulancia al hospital de Ciudad Real, donde extrajeron la placenta y separaron por primera vez a Cruz de sus padres. Horas más tarde llegaron las visitas y las explicaciones. Las llamadas a la familia fueron otro capítulo de la noche. «Cuando telefoneé a mi madre desde el baño con la niña encima, no se lo creía. Pensaba que estaba de broma y cuando escuchó a Cruz llorar se emocionó». La bebé no sólo había sorprendido a esta pareja de auxiliares administrativos de la Junta, sino a propios y extraños. Y es que, la historia de su nacimiento ha dado la vuelta a Ciudad Real: «Unos amigos encargaron en una tienda un regalo pintado a mano y cuando le dijeron a la propietaria el nombre de Cruz, sabía que era la bebé que había nacido en casa, sin conocernos de nada».

Para Isabel, el recuerdo de aquel momento semanas después es mucho «más emocional» que para Francisco, al que aún no le han abandonado los nervios. «Cuando entro al piso y miro hacia el baño me digo: ¡Madre mía, la que se podía haber liado! Al no habernos planteado dar a luz en casa no teníamos nada mirado ni nos habíamos informado, pero afortunadamente todo salió bien», dice el padre. Isabel, por su parte, opina que su marido lo vivió como un espectador, sin poder hacer realmente nada. «Yo lógicamente lo viví desde un punto de vista instintivo. El cuerpo me pedía ponerme de una manera y lo hacía, no había lugar a los nervios. Lo viví de una forma tan natural y bonita...».

Con prisa.

La llegada de Cruz al mundo estaba prevista por los médicos para el 3 de agosto, el mismo día que sus padres celebraban el tercer aniversario de su boda. Isabel quería que se adelantara unos días para que fuera «pandorguita» y a su padre le hubiera hecho ilusión que llegara el 28 de julio, el día de su cumpleaños. Pero Cruz tenía otros planes y prisa por llegar al mundo y ser la única protagonista de su día, aunque pillara a su tía en Perú, donde trabaja, y a su abuelo materno en Andorra.

Las prisas por venir al mundo de algunos bebés obligan a sus madres a dar a luz en lugares insospechados, como en plena autovía. Es el caso de hace unos días de una mujer cordobesa que dio a luz en el arcén de la A-4; o el de la ciudadrealeña que no llegó a tiempo al hospital y su pequeña nació en marzo de 2104 en la CM-4111. Para cada familia, la llegada al mundo de sus bebé es especial y única, para los menos el lugar donde ocurre es improvisado y original. Cruz podrá contar que nació en el baño, entre los brazos protectores de sus padres, en mitad del silencio de la noche y en la intimidad de su casa, aunque no tocara.