De un panóptico asesorado por Guttmann...

F. J. R.
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>Centro monográfico. Desde su diseño en forma de aspa, hasta sus dependencias y equipamiento, todo se proyectó con la mente puesta en el tratamiento integral de la lesión medular

De un panóptico asesorado por Guttmann...

El Instituto Nacional de Previsión (INP), la primera institución oficial encargada de la Seguridad Social y de la asistencia sanitaria en España (1908-1978), se encargó  de que el Hospital Nacional de Parapléjicos fuera toda una realidad. En los albores de los años setenta, tras imponerse Toledo a otras capitales de provincia que optaban a acoger el centro, se procedió a colocar los cimientos de Parapléjicos en un entorno privilegiado a orillas del río Tajo. El proyecto fue encargado al arquitecto y militar Germán Álvarez de Sotomayor, autor de alguno de los edificios emblemáticos de la Gran Vía madrileña. El propio Álvarez de Sotomayor insistió a las autoridades de la época de que era necesario el asesoramiento del doctor Ludwig Guttmann, eminencia de la neurocirugía europea y padre del movimiento deportivo paralímpico. La labor del austriaco, impulsor del tratamiento integral de las lesiones medulares y obsesionado con mejorar la calidad de vida de unos enfermos que habían sido abandonados en casas de caridad hasta 1944, se deja notar en todos los rincones del proyecto, que mezcla la atención médica con la psicológica, cuenta con espacios para la rehabilitación, introduce el uso del deporte y abre la puerta a talleres y cursos de formación para los pacientes. Un completo y remozado concepto de la atención medular en cuya creación también participaron los doctores españoles José Mendoza, Guillermo Téllez y Vicente Forner.

Nada quedó sujeto a la improvisación. Estructuralmente el edificio destacaba por sus aspas en forma de ‘X’. Un modelo de diseño panóptico que buscaba que se pudiera observar la totalidad de la superficie interior desde un único punto. Un tipo de estructura, por lo tanto, que facilitara el control de quienes se hallan dentro del edificio; y que era muy útil para el personal sanitario.

Desde que se decidiera ubicar el hospital en Toledo hasta que abrió sus puertas tuvieron que transcurrir cuatro años en los que los trabajos se fueron desarrollando a una celeridad pasmosa para la época. Los retoques finales, con el equipamiento del centro, volvieron a demostrar que el Hospital Nacional de Parapléjicos no era un centro que se pudiera enmarcar dentro de los cánones habituales de la sanidad española de la época.

La superficie final del Hospital Nacional de Parapléjicos alcanzó los 28.000 metros cuadrados. Contaba con unas 245 camas para la atención monográfica de la lesión medular.

En 1978, tras la desaparición del Instituto Nacional de Previsión (INP), pasó a depender del Instituto Nacional de la Salud (Insalud) hasta el 1 de enero de 2002, cuando la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha asumió las competencias en materia de sanidad, transferidas desde el Gobierno central.

En 2005, ya en manos del Sescam, se plantea la necesidad de duplicar sus instalaciones, reformarlas, ampliarlas y modernizarlas para adecuarse a las nuevas necesidades. La intención era lograr, tanto para pacientes como para profesionales, un Hospital Nacional de Parapléjicos más accesible, confortable, funcional y moderno.