Herederos de San Blas

Adolfo de Mingo
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El Restaurante La Cubana, instalado en 1947 sobre un establecimiento anterior, está situado en un enclave privilegiado, entre el Puente de Alcántara y la Estación de Ferrocarril •

El Restaurante La Cubana es el punto de encuentro entre el casco histórico y el Paseo de la Rosa, a cuyo costado surgió, fundamentalmente en la segunda mitad del siglo XX, el barrio de Santa Bárbara. Su pequeña fachada neomudéjar, enmarcada por una enredadera, no disimula su modesto y popular origen, heredero de un viejo establecimiento denominado Alcántara y de la tradición de ventas situadas en esta zona de la ciudad hasta hace bien poco, entre ellas el parador del Macho, las ventas de la Rosa y el ventorro del Tejar.
De su espléndida situación dan fe varias fotografías de comienzos del siglo XX. La Cubana no existía todavía, pero sí un pequeño edificio de una sola planta frente al que pasaban obligadamente quienes emprendían el viejo camino de la Mancha o se dirigían a las fincas de los alrededores, como el cigarral de Grondona (en los altos de San Servando, desaparecido con la construcción del Hospital Provincial) o el de los Infantes, mucho más lejano. A izquierda y derecha, sus únicos vecinos eran las turbinas de Vargas (construidas en 1870 y arrasadas por la Confederación Hidrográfica del Tajo en 1899) y la Fuente Nueva, situada a pie del rodadero desde el último tercio del siglo XVIII. Enfrente, como puede apreciarse en la fotografía superior, el cerramiento exterior del Puente de Alcántara, levantado entre 1719 y 1725 por el alarife Pedro Sánchez Román tras la destrucción del torreón medieval en la Guerra de Sucesión.
Fue en este lugar donde Esteban Sánchez creó su restaurante en 1947. Lo instaló tras la compra del bar Alcántara, bautizando el nuevo negocio en honor a su esposa, nacida en Cuba. La adquisición prometía beneficios a finales de los cuarenta, pues la zona estaba en pleno proceso de cambio. El nuevo edificio de la Academia de Infantería -obra de los arquitectos militares y tenientes coroneles Carrasco, Ureña y Hernández- estaba siendo construido en las proximidades y se hablaba de nuevos edificios en las cercanías de la antigua ermita de Santa Bárbara. El tránsito de visitantes procedentes de la Estación de Ferrocarril, por otra parte, era una garantía que venía a sustituir a los toledanos que antiguamente frecuentaban el cerro de San Blas, con romerías ya desaparecidas.
La Cubana pasaría a manos de una sobrina de Esteban Sánchez, cuyo hijo José Sánchez, acabaría gestionando el establecimiento durante mucho tiempo. La consolidación del modelo turístico obligó a ampliar las instalaciones iniciales y su espacio de aparcamiento -no siempre con el agrado municipal-, incluida una terraza lateral que dispone de buenas vistas sobre el río. Desgraciadamente, su propietario actual, sobrino nieto de la cubana en honor de la que fue bautizado el restaurante, falleció hace solo unas semanas, por lo que no podrá celebrar en 2017 el setenta cumpleaños del establecimiento. José Sánchez era un entusiasta seguidor delClub Deportivo Toledo, para el que fundó la Peña Pardina.
 
 
El establecimiento antes del Bar Alcántara y La Cubana. 
«Fábricas de aceite, jabón, cartuchos, regaliz y almacenes varios» constituían en la segunda mitad del siglo XIX, en palabras del historiador Julio Porres Martín-Cleto, el «modesto polígono industrial» que más adelante se convertirá en el barrio de Santa Bárbara. La imagen superior recoge el extremo superior del Paseo de la Rosa una vez pasada la Fuente Nueva (construida en el siglo XVIII, en tiempos del cardenal Lorenzana, primer valedor de este acceso a la ciudad). La fotografía fue tomada por Serafín Mainou en el año 1905. En ella puede apreciarse una construcción tan modesta como estratégicamente situada, pues se encontraba en la confluencia del Paseo de la Rosa, el camino a los altos de San Servando y el acceso a la ciudad a través del Puente de Alcántara. El mismo edificio aparece abajo, en otra fotografía realizada por Jane Dieulafoy en fecha cercana. En este lugar sería instalado después el bar Alcántara, posteriormente reconvertido como La Cubana. Ambas imágenes proceden del blog Toledo Olvidado (toledoolvidado.blogspot.com).
 
Un entorno cigarralero sumamente modificado a mediados del siglo XX
Uno de los mejores planos para conocer la zona oriental de Toledo es el que aparece en el libro Táctica de las tres armas, obra de José Villalba Riquelme, publicado por Gómez Menor a comienzos del siglo XX. En él aparecen las fincas y cigarrales que todavía se levantaban en lo que posteriormente será el barrio de Santa Bárbara. Algunas de estas construcciones todavía se conservan, como el Cigarral de Infantes, situado en las inmediaciones de la Academia de Infantería, que se configuró tras la subdivisión de una enorme finca propiedad de Benito de la Presilla y Torres, un acaudalado comerciante en paños del siglo XIX. Otros, como el Cigarral de Grondona, propiedad de la familia de la esposa de José Calvo Sotelo, desaparecerían a lo largo del XX (en este caso, para dejar paso a la construcción del Hospital Provincial, a comienzos de la década de los años treinta). La Carretera del Valle no había sido construida todavía, aunque sí el vial que transcurría entre el Puente de Alcántara y las turbinas de Vargas, un ejemplo de arquitectura industrial construida en 1870 sobre los restos del Artificio y miserablemente destruida en 1999 por la Confederación Hidrográfica del Tajo. El lugar en donde sería construida la Academia de Infantería estaba dominado en 1900 por el parador o venta del Macho, en ocasiones denominado «Parador de San Blas» por el cerro en donde estaba situado y por donde transcurría la procesión en honor a este santo. Una zona, por tanto, en donde convivían tierras de labor y casas de propietarios con merenderos, pequeños negocios y las ruinas del Castillo de San Servando, monumento artístico nacional desde el año 1874.