Tras las puntadas de Felipe II

I.P.Nova / Toledo
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El crucero superior del Santa Cruz acoge una innovadora muestra con piezas únicas que reflejan las vestimentas durante el siglo de Oro. La exposición ocupa los brazos ‘más altos’ del museo dividiendo la exposición en cuatro áreas con las que se pretende dar una visión lo más completa posible en todo lo que se refiere a la indumentaria en su sentido más extenso. «Se explican los distintos tipos de la moda, desde trajes hasta armaduras.  Además, hemos investigado cómo eran los trajes de los diferentes estamentos de la sociedad: las personalidades más ricas, la iglesia y la clase obrera», enumera el comisario de la muestra, Rafael García Serrano.
Durante el recorrido de la muestra este comisario ha querido que, como si de un homenaje al buen gusto español se tratara, el Santa Cruz se rinda ante las puntadas de toda Europa que, en aquellos momentos, tomaban como referentes en sastrería y estilo a los nobles españoles. 
Junto con los trajes reales, cuadros que plasman a la perfección el estilo de la época y joyería de todo tipo, la exposición deja un espacio para la cosmética de la época y el trabajo del sastre, tan importante en ese tiempo. «El periodo está limitado a la época de Cervantes con motivo del Año Quijote que, en líneas generales, abarca el reinado de Felipe II y Felipe III. Hemos querido comenzar con la figura del rey y su vestimenta y terminar con un Felipe IV, que cambia radicalmente  la forma de vestir. Surge una pragmática de reformación que trata de modificar la indumentaria, mucho más sobria» explica García ejemplificando en detalles como el conocido cuello lechuga que desaparece de la moda con Felipe IV.
 
Telas de Reyes.
Retratos de reyes, reinas e infantas reciben al visitante a la entrada del crucero superior. En su primera sala, dedicada a los más altos representantes de la sociedad de la época se entrevén importantes estilismos del Siglo de Oro, recargados y llenos de galanterías.
«En gran medida conocemos la forma de vestir de la época gracias a los cuadros. Por ello, en esta primera sala ejemplificamos con retratos reales», argumenta a los pies de una potente armadura García Serrano. Y es que, en este primer espacio no sólo se muestran los trajes de la monarquía; tres armaduras, una de ellas de niño montada a caballo, se exponen para completar la grandeza de los monarcas. 
Dentro de la sala se pueden resaltar dos retratos de cuerpo completo, uno de Felipe II y otro de Isabel de Valois, pertenecientes a una colección particular yque nunca antes se habían  expuesto. Siguiendo esta línea de objetos únicos que no habían visto la luz, el visitante puede disfrutar en esta sala de unas joyas llegadas de Hungría. 
Para completar el primer espacio expositivo, un pequeño guiño a Cervantes asoma del interior del Museo Santa Cruz. Se trata de una silla de montar, que se cree que perteneció al Cid y pudo ver en su tiempo Cervantes.
 
Los nobles. 
No sólo los monarcas españoles seguían una moda fija a la hora de vestir, que se refleja en la primera sala, el resto de Europa va tras los pasos de las tendencias del Imperio Español, que en aquél momento ocupaba gran parte del viejo continente. De esta forma, los nobles y aristócratas siguen esta línea estética implantada en España, que comenzaba por los reyes pero que terminaba en la corte.
En esta segunda sala también se ve el contrapunto con otras culturas gracias a un kafkan turno, de la colección del Palacio Real. Además en este espacio se encuentran los zapatos, guantes, gorros y bolsos, complementos de la época, que solían adornar a los hombres y mujeres del momento. La mayoría de estas piezas están bordadas en hilo de oro.  Uno de los objetos más llamativos es un verdugado. Este objeto (en la imagen d) , colocado sobre una virgen vestidera, corresponde a la estructura que se conserva para explicar cómo conseguían que los vestidos de la época tuvieran tanto relieve en la parte inferior del tronco. «Se buscaba tener una figura con forma de reloj de arena, con mucha cintura y poco pecho, algo para lo que usaban un cartón», concreta el comisario.
 
La labor del sastre.
En el tercer espacio, situado a la izquierda desde el acceso a la exposición, se dedica un especial guiño a los oficios de la sastrería y a los complementos. Desde zapatos, hasta libros de patronaje o exámenes para ser modisto del Archivo Histórico de Toledo  se dejan ver en la sala. «En este tercer espacio el visitante puede disfrutar también ropas de la gente más humilde y una gran cantidad de joyas de tipología muy variada», explica Rafael García Serrano a los pies de un cuadro de una tendera ambientado en la toledana plaza de Zocodover.
El tratamiento de las telas, los pigmentos, y cómo se curtían las pieles se refleja en la muestra mediante unos vídeos que se proyectan en este crucero de la sala. La organización de la muestra ha querido usar el perfil audiovisual para trasladar al protagonista hasta el momento justo del siglo de Oro.
«Es muy importante resaltar la función de las plantas tintóreas que se refleja a través de unas láminas. Destacamos dos muy importantes que vienen de América, una es la cochinilla que da el rojo y otra que es el palo campeche que marca el tono negro de las prendas», explica el comisario. El color de las telas era muy importante, García resalta que el descubrimiento de este palo campeche hizo que los hilos se tintaran más negros. Y es que, en aquella época las tonalidades negras simbolizaba el poder económico  marcaban con ello el estatus social.
«Una de las piezas más interesantes es un manuscrito de un sastre toledano que se encontró hace unos años entre unos muros y  que ha sido restaurado. Es un libro de patronaje», añade.
Los lienzos, en el transcurso de toda la muestra, ejemplifican objetos que no han podido llegar en buen estado al Santa Cruz. En este espacio hay que resaltar unos anteojos, de gran valor testimonial, que se ven en un cuadro.
 
Más allá de la tierra. 
Para terminar el recorrido por el siglo de Oro de la Moda española le toca el turno al mundo eclesiástico. «Nada más llegar a la sala hay dos cuadros enfrentados en las paredes que representan las dos edades del hombre. Un matrimonio de ancianos y otro de jóvenes», introduce García a las puertas del último crucero.
En esta última sala el detalle es el principal protagonista. Grandes mantos y ejemplos de joyería de la época se encuentran por esta sala. Además, las telas se materializan en casullas y mantos de vírgenes, algunos de ellos llegados desde el Monasterio del Escorial. «Es una pieza muy rara y de una gran calidad. Estaba fabricada en la India con influencias chinas», ensalza el comisario de la muestra. Pero no todas las indumentarias son tan ricas como las bordadas casullas, también hay algunas piezas más simples como las albas con bordados en blanco y ganchillos, que son las telas que se ponen los sacerdotes durante el oficio.
Entre los óleos de este cuarto espacio, muchos de ellos son hombres de diferentes órdenes como los caballeros de Santiago. La escultura llega al detalle con el niño Jesús dormido, una talla en madera policromada (imagen d). 
Cerrando la muestra, el duque de Lerma, valido de Felipe III, vuelve a aparecer en esta cuarta sala con un cambio muy radical de su imagen. Tras conocerse sus despropósitos como valido, el duque aparece convertido en cardenal siguiendo con la línea de austeridad que se va a mantener con el nuevo siglo que acarrea Felipe IV.