La libertad de Doña Jimena

I.P.Nova | TOLEDO
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'Anillos para una dama' llegó al Teatro Rojas con la majestuosa actuación de Aurora Romero en el papel protagonista

Cuando tienes entre las manos un buen texto, parece casi imposible hacerlo mal. Ayer, la compañía teatral Benavente representó la maravillosa creación de Antonio Gala, Anillos para una dama. Un texto ágil  pero cargado de reivindicativos contenidos en el que las metáforas fueron el mejor caballo de batalla para ganarse al público de un salón repleto de gente con ganas de disfrutar del Día del Teatro. 
La actuación, que comenzó marcada por un minuto de silencio a raíz del fatal accidente de avión ocurrido el pasado martes, ponía en tela de juicio a esos ‘grandes hombres de la historia’, hechos carne para la ocasión en el majestuoso batallador: Rodrigo Díaz.
Sobre las tablas y para abrir la escena, una Doña Jimena chispeante interpretada por Aurora Romero. Una señora del Cid que, parece, prefería no serlo. A su sombra, dos voces encontradas que parecen más enamoradas de Don Rodrigo que su propia mujer. La hija, interpretada por Anabella Herbella y el Obispo Gerónimo, sordo y fan (como lo que ya no quedan ni en las más populares bandas de pop) del querido Cid. 
La compañía, desecha de grandes artificios, subió sobre el escenario del Rojas la liberación de la sociedad camuflada de reivindicación despechada. En una de las escenas, y para representar esta dualidad,  se aparece una Doña Jimena con traje verde y escote descomunal que deja a la espalda un perchero con su traje de viuda (que, aunque presente en la obra, parece ser sólo eso: una sombra de la que un día fue mujer de Cid). 
La representación carnal del amor que hace desatar el deseo de esta, ahora, reina del humor, lo sube a escena Arturo Acero en la piel de Minaya. Bastante parado para el torbellino de la mujer a la que pretende cortejar, aunque más bien es él quién es cortejado por ella. 
Y es que, es indudable decir que Doña Jimena es la protagonista de este duelo de anillos y matrimonios de conveniencia. La obra parece un monólogo de la pobre viuda interrumpido por pequeñas pinceladas de acotaciones al pie del resto de personajes. 
A uno sólo de los protagonistas le dejo brillar la imponente Jimena, fue el rey Alfonso VI. Recién salido del archiconocido Club de la Comedia, o eso parecía, fue interpretado por Luis Miguel.  Tras las actuaciones de los aristócratas-como en la España de la época-quedan no sólo la hija o el obispo, también su criada, Alvar y el mismísimo Olid. Que aunque correctos en su papel, el texto no les deja hacer más que levantar alguna risa y seguir el juego de la dama.
Aunque, sí hay un personaje bien representado y que manda en la cuarta pared sin estar presente. Es el  Cid que, como en la batalla que ganó muerto, se dejó ver más por el Rojas  que el escote de Doña Jimena, protagonista, más de que discutible, de los ojos.