Optimismo y buen rollo

J. L. M. / Talavera
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Héctor Alterio y Lola Herrera brillaron con luz propia en la representación del libreto de Ernest Thompson, que se pudo ver el domingo por la tarde en el Teatro Palenque

Héctor Alterio y Lola Herrera en los comienzos de la obra que representaron en Talavera en el otoño de 2014 - Foto: Peña

Poner encima de un escenario a Héctor Alterio (85 años) y a Lola Herrera (79) supone para una compañía tener ya mucho ganado, debido a que es difícil que unos actores tan veteranos y con tantas tablas fallen y no dejen satisfecho al público. Además, si semejantes actorazos representan un libreto que les viene al pelo, las posibilidades de éxito se disparan aún más. Todos estos condicionantes confluyeron el domingo pasado en el talaverano Teatro Victoria, donde Alterio y Herrera escenificaron ‘En el estanque dorado’, una historia escrita por Ernest Thompson en la que se presenta a una pareja (Ethel y Norman) que lleva medio siglo casada y que acude un año más a pasar los meses de verano en la casa del lago.

Él tiene 79 años, sufre pérdidas de memoria y está a punto de celebrar su 80 cumpleaños. Ella tiene 69 y, como ocurre en la mayor parte de los matrimonios con tanta longevidad, es la que lleva las riendas de la pareja y la que hace y deshace para que el hombre no se venga abajo y, al mismo tiempo, no se desespere pensando en lo poco que le queda de vida y en que la muerte está cada vez más cerca. En este sentido, dos frases resumen el estado de ánimo de Ethel, su actitud vital y el mensaje que pretende transmitir la obra: «Quiero ser una vieja viva» y «La muerte todavía no ha llegado y cuando llegue no la vamos a vivir».

Así, ella no para de un lado para otro, sale al bosque a recoger fresas silvestres, habla con todo aquel que se encuentra a su paso y vigila la evolución de las bandadas de pájaros que pasan la temporada estival en el estanque que hay junto a su casa. Mientras, Norman se empeña en no salir y se come la cabeza pensando que su existencia está a punto de caducar, sobre todo porque su 80 cumpleaños está al caer.

Aires renovados. Pero es precisamente esta celebración la que trae aires renovados a la casa del lago y a la vida de Norman. Para tomar parte de tan importante efeméride acuden a visitar al matrimonio su hija Chelsea (Luz Valdenebro), su novio Bill (Camilo Rodríguez) y el hijo de éste (Adrián Lamana). Al principio todo parece un tanto desconcertante, ya que Chelsea no ha mantenido nunca una buena relación con su padre y Norman tampoco ha terminado de congeniar con los novios de su hija. Aunque los malentendidos se suceden y el sarcasmo de Norman domina la escena, al final reina el buen rollo debido a que el viejo Norman se lleva la mar de bien con el hijo de Bill, que se queda en la casa un tiempo mientras su padre y Chelsea se van de viaje.

Cuando el verano ya está tocando a su fin, Chelsea vuelve a la casa del lago a recoger al hijo de Bill, que a partir de ahora es ya su hijastro porque se ha casado con el propio Bill en Bruselas. Ethel acoge esta noticia con enorme alegría, mientras que Norman la toma con su habitual sarcasmo, aunque reconoce que le hace muy feliz. Esto permite a padre e hija hacer las paces y estrechar lazos, aunque el personaje clave a la hora de dotar de optimismo al viejo Norman no es otro que el joven hijo de Bill. De esta forma, la casa junto al estanque ya no es tan mala como al principio de la temporada estival y se convierte en un alegre reclamo para volver al año siguiente.