Aguado, cuatro generaciones de ceramistas

j. Guayerbas | TOLEDO
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>Después de tres décadas la bisnieta del insigne artista gaditano afincado en Toledo, Sebastián Aguado, reabre el taller en el que se fraguaron grandes proyectos decorativos.

El taller conserva varios hornos de leña del siglo XIX, como el de la imagen. - Foto: David Pérez

Expuesta en una vitrina. Con el brillo de aquella tarde en la que salió del horno hace ya más de quince años. Rosalina Arenas Aguado sostiene en sus manos una de sus primeras obras. De pequeño formato y decorada en reflejo metálico, la jarrita resume el legado de cuatro generaciones de ceramistas, de artistas que desde el siglo XIX han aportado al arte de convertir el barro en joya una nueva visión, un impulso que ahora, casi tres décadas después, vuelve a latir frente a San Juan de los Reyes, en el antiguo Palacio de la Cava.

La bisnieta de Sebastián Aguado, pintor, escultor y ceramista gaditano afincado en Toledo, gestiona desde el pasado mes de abril el taller de cerámica que lleva por nombre un apellido de peso: Aguado. Nieta a su vez de José Aguado, asume con «ilusión y gran responsabilidad» el mantener viva la tradición cerámica familiar.

Asegura que desde pequeña tuvo muy clara su vocación. Pasó su infancia entre hornos, tornos, pinceles y esmaltes. Bocetos, matrices, barro, libros y un sentimiento innato por la cerámica. Licenciada en Bellas Artes en la especialidad de restauración, Rosalina es consciente de lo que supone, ahora, cuando el arte y la artesanía no atraviesan su mejor momento, liderar un proyecto iniciado hace casi dos siglos por su bisabuelo.

Rosalina decora un azulejo con azul cobalto, representa una vista de Toledo. Rosalina decora un azulejo con azul cobalto, representa una vista de Toledo. - Foto: David Pérez Y es de éste del que destaca su sentido ‘revolucionario’ en la cerámica tradicional del momento. «Dio un giro a las técnicas y a los estilos, renovó la cerámica toledana con su particular visión de lo mudéjar», comenta a La Tribuna sentada frente a una de las vitrinas en las que conserva obra original de Sebastián Aguado, como un plato decorado en engobe vidriado verde y la figura de un pájaro.

De su abuelo, José Aguado, esta toledana emprendedora subraya un estilo «más propio, decorativo, muy diferente», para asegurar que ella se siente cómoda en la conjunción de estas dos líneas. «Intento continuar su trayectoria junto a otros temas más personales, aunque innove en diseños siempre se mantiene la técnica», señala.

Rosalina es joven, nació en 1986, y como tal mantiene vivo uno de los proyectos que sin duda beneficiarían ya no sólo a la ciudad, sino al arte cerámico internacional. «Con el tiempo espero abrir un pequeño museo con piezas, bocetos y dibujos originales tanto de Sebastián y José Aguado, como de Matías Moreno», comparte emocionada con la primera fase de un reto más que realizado.

Reabrir la tienda-taller que Sebastián Aguado estableció en 1918 y en 1925 en el enclave actual, con el apoyo de su madre, la profesora de la Escuela de Artes Rosalina Aguado, servirá para escribir nuevos renglones en la historia de una firma por la que los coleccionistas de cerámica cotizan al alza en subastas, rastros y anticuarios.

«Siento abrumación, existe un público concreto que busca las piezas de mis antepasados, incluso, a través de la página web se ponen en contacto con nosotras para conocer la historia de las piezas», explica en la trastienda del taller, donde conserva dos de los escudos con cartela en alto relieve que Sebastián Aguado realizó para decorar las estaciones de Metro de Madrid, entre otros tesoros con esta firma y sello.

Desde la trastienda, siguiendo la luz natural del jardín, Rosalina muestra uno de los más de cinco hornos de leña que conservan y en los que coció tanto Sebastián como su hijo José antes de la irrupción del horno eléctrico. «Vamos despacito, lo que más me alegra es que en estos dos meses han venido toledanos agradecidos porque el taller vuelva, se han interesado, y eso, imagina, emociona», explica antes de continuar con el pincel y el cobalto sobre uno de los azulejos de su próxima cocción.

La tienda-taller es un museo en sí mismo. Olambrillas de Sebastián Aguado y losas de barro hacen de suelo, mientras que una fuente decora la zona dedicada a la venta de cerámica tanto de producción propia -en su mayoría- como de los años 50-60 procedente de talleres talaveranos y de otros alfares de la geografía nacional que la familia Aguado conservaba de la anterior etapa.

La restauración, sobre todo de piezas de cerámica, es otra de las ocupaciones de Rosalina, que compagina con entusiasmo su vida familiar y la pasión por el arte.