Nueva sede y nuevos aires para la Real Academia

J. Guayerbas
-

A escasos metros de la plaza de Zocodover, con sala de exposiciones, varios despachos, luz natural y cuatro plantas con azotea. Así es la nueva sede de la institución fundada en 1916 por el cordobés Rafael Ramírez de Arellano

Cajas precintadas, esculturas embaladas, lienzos protegidos con papel de burbuja y archivadores A-Z. Un repostero que espera a ser colgado en el recibidor principal de un edificio cerrado a cal y canto en pleno Casco Histórico. Unas instalaciones en las que el silencio se tornará en sabiduría, debates y tertulias impulsadas por la casi ya centenaria Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, la Rabacht.

«Bienvenidos, estáis en vuestra casa». Roberto Jiménez Silva, director de la institución académica, recibía ayer a un equipo de La Tribuna para hacer de cicerone por esta casa-palacio que el Gobierno regional rehabilitó para acoger la Sindicatura de Cuentas, suprimida en abril y cerrada en junio de 2014.

Cuatro plantas con azotea y un pequeño sótano abovedado. Así es la nueva sede de la institución académica que deja atrás el valor histórico y artístico, así como el sentimental, de la sede en la Casa de Mesa, un espacio difícil de olvidar, aunque lo cierto es que las instalaciones del número 20 de la calle de la Plata permitirán una mayor presencia y actividad gracias a la distribución del espacio y a su funcionalidad.

A escasos metros de la plaza de Zocodover, el nuevo edificio de la Rabacht cuenta con una sala de exposiciones temporales, un almacén para obras de arte, un espacio para el archivo y cuatro salas para la biblioteca, así como una sala multidisciplinar o aulario, sala noble y de juntas, y despachos para los académicos con cargos de responsabilidad.

La luz natural inunda el espacio con vistas tanto a la calle de la Plata, como al callejón de los Husillos, y desde la azotea, a los tejados de la ciudad y a la espadaña de la Parroquia de las Santas Justa y Rufina, desconocida, pues desde la calle que da nombre a este templo mozárabe apenas se divisa.

La coordinación de la mudanza ha sido clave para el traslado de un siglo de historia en menos de una semana. «Teníamos que dejar  sí o sí y cuanto antes la Casa de Mesa», explica Jiménez Silva en un receso mientras contempla tejados y espadañas. «Irnos de aquel espacio emblemático para todos ha sido poner un punto y seguido a nuestra historia, de hecho quisimos que quedara reflejado en nuestra archivo con un documento que firmamos tanto los propietarios como la directiva», comenta.

La sede de la Real Academia facilita ahora que la institución se acerque a los ciudadanos y se abra a la ciudad. «Por fin tenemos espacio para que los investigadores vengan al archivo, lean en la biblioteca y puedan trabajar», indica el director que en los próximos cinco años quiere que la Rabacht «habite Toledo, que salgamos a los barrios y llevemos nuestras propuestas, por ejemplo, a los patios del Casco con tertulias y debates, estamos por y para la ciudad».

De esta forma, la institución fundada en 1916 por el cordobés de Lucena Rafael Ramírez de Arellano da un paso más, crece y se pone a disposición de asociaciones, colectivos y toledanos con inquietudes culturales. «Esperamos a todos con las puertas de par en par», se despide el cicerone desde el despacho con sala de reuniones que aguarda con estanterías vacías a un nuevo curso académico, el primer de Jiménez Silva al frente de la Rabacht.

Libros, arte y documentos. Lienzos de Ricardo Arredondo o Enrique Vera, cerámica de Sebastián Aguado, forja de Julio Pascual... concatenación de nombres ligados a las artes de la capital regional y a la Real Academia que aguardan su hueco en las paredes de un edifico abierto a la cultura.

Arte y letras que se guardan en archivadores y cajas a la espera de un hueco en uno de los espacio destinados a archivo y biblioteca. Más de un millar de volúmenes entre los que se encuentran diferentes historias y guías de la ciudad rubricadas por Francisco de Pisa en el siglo XVII o por Sixto Ramón Parro en el XIX, sin obviar la guía artístico-práctica del vizconde de Palazuelos. Tesoros de la Real Academia a disposición de la ciudad.