Dos toreros y un corridón en Bargas

Dominguín
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Eugenio de Mora y Alberto López Simón cortaron tres orejas por cleta saliendo a hombros del coso bargueño. La ganadería de Mollalta sorprendió por su presentación y bravura

Eugenio de Mora y López Simón salieron a hombros con seis orejas.

La tradicional corrida de toros de las fiestas en honor al Cristo de la Sala de Bargas fue un privilegio para las alrededor de 1.000 personas que tuvieron el gusto de acercarse a la coqueta plaza. Pese al desajuste del cartel anunciado y las dos sustituciones que hubo que cubrir, la tarde fue de esas que te hace repetir y volver a un coso cuando se anuncien toros de la ganadería de Mollalta, y toreros como Eugenio de Mora y López Simón.

Gran corrida, grande, seria, astifina, rematada y, sobre todo, lo fundamental que tiene que tener un toro, que es bravura y nobleza. Todo eso, en conjunto, tuvieron la mayoría de los toros embarcados para Bargas. Alguno sacó pequeñas complicaciones para el lucimiento, pero no peligro sino bondad de la buena embistiendo.

El lote se lo llevó el moracho Eugenio de Mora, sorteando en primer lugar el toro de más volumen del festejo, que fue desarrollando a bueno tras la buena labor que le iba haciendo el matador. Fue una faena de empaque, seria, con buenas tandas por ambos pitones, pero destacando los derechazos largos y templados que le enjaretó al tremendo animal. La faena fue calando en unos tendidos que estaban fríos de comienzo y que le correspondieron con una oreja de este animal.

En cuarto lugar Eugenio destapó el tarro de las esencias y ya de capote se le vieron maneras y clase con unas verónicas encajadas en las que meció al burel con el compás abierto. Se dio cuenta de la buena condición del animal y lo cuidó en los siguientes tercios. Con la muleta en la mano se fue a las tablas y citó al toro de lejos sometiéndole desde el principio en su poderosa pañosa. El recital vino a continuación con muletazos con la derecha, largos y templados, arrastrando la muleta por el cuidado albero bargueño. Uno tras otro fue enhebrando una faena compacta y maciza que caló de lleno en los tendidos. La gente que asistió estaba entusiasmada con la simbiosis de toro y torero, que fue a más en cada uno de los pasajes. Preciosos remates de Eugenio por bajo para luego cuadrar al animal al que le hundió el acero hasta los gavilanes, haciendo que el de Mollalta cayera sin la necesidad de verduguillo. Dos merecidas orejas que paseó victorioso y contento por la arena del coso.

No se dejó ganar la pelea el más joven del cartel, y ya de salida Alberto López Simón demostró que venía a por todas. Con las zapatillas clavadas en la arena meció el capote sin inmutarse al serio toro que le correspondió en tercer lugar de lidia. Esto hizo que el público se mostrase predispuesto a aquello que el madrileño pretendía realizar más adelante. Hizo salir al ruedo a Gómez del Pilar, que debía haber actuado en esta corrida para brindarle la faena de este toro que él presentía que podía ser de triunfo. Y así fue, cuando ya con la muleta en la mano y sin probaturas se enroscó de forma valiente y artista al animal en varias ocasiones. Magistral faena la de López Simón que fue desmayando la muleta al paso del toro por su bragueta, componiendo imágenes idílicas que se quedarán en la retina de los que tuvieron la suerte de asistir. Buen remate de la faena con una buena estocada que hizo rodar al toro, lo que le valió para obtener las dos orejas del toro.

Salió a la arena el toro de la jota, un jabonero de imponente arboladura al que López Simón lo intentó atemperar, pero la condición cambiante del animal hizo poco lucido su recibo capotero. Con la muleta puso toda la carne en el asador y a base de encimismo y atacarlo intentó conseguir redondear el triunfo. Quizás las distancias fueron las claves para que el toro pudiera haber colaborado más, pero pese a su cercanía, logró calar en el respetable y tras una media en lo alto dio por concluida su actuación y el festejo, cortando una oreja más para su esportón.

Salvador Cortés completaba el cartel y poco hizo en su actuación, sino recibir al segundo con una larga cambiada y poco más. El sevillano no estuvo a gusto delante de sus toros y dejó un cierto sabor agridulce en el público que esperaba más de él, pese a haber entrado en el cartel por la vía de la sustitución a última hora por Javier Castaño.

Al terminar el festejo, la plaza se llenó de público y niños que acompañaron a Eugenio de Mora y López Simón con las seis orejas que cortaron los dos a un buen encierro de la ganadería de Mollalta. Hay que hacer mención a la buena organización de la corrida en la que se cuida hasta el más mínimo detalle y a el empresario Juan Carlos de Padua que ha demostrado un año más que la presencia imponente y seria de una corrida de toros no está reñida con el espectáculo y la buena condición del ganado, que bien podía haberse lidiado en plazas de primera categoría.