Fin de fiesta ardiente y medieval

P. Pérez
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Las casetas instaladas en el paseo de Merchán y las actividades infantiles se despidieron en la noche del domingo con un llamativo espectáculo de malabares y fuego

Hasta el próximo año. El paseo de Merchán se despidió en la noche del domingo del tradicional Mercado Medieval que durante cinco días, desde el pasado miércoles, ha congregado en la Vega a grandes y pequeños para disfrutar de las actividades programadas para toda la familia, espectáculos y más de 80 casetas con artesanía, originales productos y comida.

Y  lo hizo a lo grande, con un colorido espectáculo de fuego y malabares que congregó a cientos de toledanos, ansiosos por ver las peripecias de un dúo que no defraudó. A las once en punto de la noche daba comienzo el número, precedido por un baile con pañuelos que una muchacha ataviada con reminiscencias medievales hizo volar acompasados y llenos de movimiento. Era sólo el preludio de lo que se avecinaba; en escena apareció entonces un joven con unas curiosas piedras que fue ubicando alrededor de la bailarina, tumbada en el suelo, y encendiendo con una antorcha. El fuego, por fin, hacía acto de presencia.

La continuación no dejó indiferente a nadie; con los pies desnudos el joven fue apagando una a una las candelas para, a continuación, retomar la antorcha y soplar sobre la danzante llamaradas de fuego que parecían brotar directamente de su boca.

Los aplausos no se hicieron esperar, entre las caras asombradas de los más pequeños, amontonados detrás de un cordón de seguridad, y las ganas de los mayores de más espectáculo.

El punto álgido del espectáculo llegó cuando el joven malabarista escogió a dos ayudantes del público, un adolescente y un joven que gustosos participaron en el siguiente número. Una cuerda ardiente, sujeta en sus extremos por ambos ayudantes, se posó encima de la bailarina, que yacía en el medio del improvisado escenario; a una indicación de los organizadores, la cuerda se tensó para dejar claro que el fuego era real y que, aunque pareciese inofensivo, quemaba. Y de repente, con una carrera que cortó el aliento a más de uno y con un salto que sorprendió a los presentes, el malabarista realizó un requiebro en el aire, justo encima de la cuerda ardiente, para terminar, como un acróbata experimentado, a la vera del público y demostrar que no contaba con secuelas del arriesgado salto mortal.

Enfilando el final del espectáculo, ambos integrantes se fundieron en un baile en el que volvieron a sorprender. Ella, con dos mancuernas encendidas, danzaba con movimientos totalmente sincronizados, rozando su espalda y su cabeza; él, con una barra ardiente, hacía lo propio girándola al compás de la música medieval. Y después, la noche volvió a oscurecerse, el fuego se apagó y la Vega se llenó de aplausos en una ovación bien merecida.

Así se ponía el punto y final a una nueva edición del Mercado Medieval, en el que este año además ha destacado la muestra de aves rapaces y las exhibiciones de vuelo de las mismas, con búhos, lechuzas o águilas; también los espectáculos a cargo de extras cinematográficos en los que se han simulado combates medievales y que han aglutinado gran cantidad de público; y por supuesto las actividades y talleres infantiles, desde pintacaras hasta marionetas o guiñoles, que han sido el mejor divertimento de estos días.